«Los profetas de la piel de toro»

Un libro que marcó, y sigue marcando, un antes y un después. Un libro hoy olvidado, pero que hay que rescatar de ese olvido. Un libro que dice lo que otros nunca se atrevieron ni, posiblemente, se atreverán. Un libro que para quien esto escribe es esencial conocer. Ya está a la venta de nuevo.

Este libro era casi imposible de encontrar y gracias a una persona que habló con los editores ha vuelto a salir a la venta.

Los Profetas de la Piel de Toro es fruto de una investigación rigurosa de José María Sánchez de Toca que ha sacado a luz un sorprendente repertorio de revelaciones: un desconocido versículo bíblico del profeta Abdías, pergaminos con textos de la Iglesia de las catacumbas y de la enérgica pluma de San Isidoro; consejos y ayudas celestiales para reyes medievales y dirigentes contemporáneos; denuncias de la perdición del pueblo por culpa de malos pastores y gobernantes sin conciencia; voces de santos, monjas y gente sencilla que en nombre de Dios avisaron peligros para nuestro destino colectivo; y apariciones del siglo XX con humildes peticiones y severas advertencias. Todo un caudal de puntos de vista frescos y originales, opiniones insólitas y viejas promesas para un futuro mejor.

Un tema que hasta su publicación en este libro estaba inédito porque tradicionalmente ha sido ignorado por científicos e historiadores y ha chocado con la hostilidad de gobernantes y teólogos.

Por José Mª Sánchez de Toca

Un libro que marcó, y sigue marcando, un antes y un después. Un libro hoy olvidado, pero que hay que rescatar de ese olvido. Un libro que dice lo que otros nunca se atrevieron ni, posiblemente, se atreverán. Un libro que para quien esto escribe es esencial conocer, o al menos para mí lo fue.

Me refiero a «Los profetas de la piel de toro», cuyo autor fue el Gral. D. José Mª Sánchez de Toca (RIP) ,(AQUÍ) gran persona, español, intelectual y aún más grande católico, si cabe. Un libro que en su día publicó la Editorial Akrón, cuyos fondos posee en la actualidad la Editorial La Crítica, a la cual agradezco la gentileza de poder transcribir aquí una pequeña muestra de su enorme contenido con la esperanza de que se animen a comprarlo, leerlo y divulgarlo.

Nota 1.- Sobre uno de los capítulos del libro, ver también el artículo de «Trinquete» publicado en esta web titulado «Las monjas que visitaban a Franco» (AQUÍ)

Nota 2.- Damos fe de que a pesar de exhaustivos intentos, este libro, aún siendo de 2009, era absolutamente imposuble de conseguir, ni siquiera en Internet, ni en ninguna librería. ¿Por qué será? (Ya está a la venta)

«Los profetas de la piel de toro»

1.- Agradecimientos (AQUÍ)

2.- Índice (AQUÍ)

3.- Cap. 25. Las conclusiones del investigador

Al terminar esta larga marcha por la Historia de la Piel de Toro llega el momento de recapitular y sedimentar ideas.

Para empezar, el repertorio desgranado a lo largo de los capítulos precedentes no está completo; por ejemplo faltan San Millán, Colón o Donoso Cortés. En los primeros siglos pudo haber profecías que hoy desconocemos. Y otras, como los plomos del Sacromonte, habrían de estudiarse a la luz de los medios actuales para determinar con precisión su antigüedad. Faltan profecías medievales y es probable que otros místicos de los Siglos de Oro también profetizaran sobre la Monarchia Catholica de entonces. Un escrutinio a fondo de los autores y santos de estas tierras posiblemente sacara a la luz alguna profecía más.

Además, en el siglo XX han proliferado las apariciones y no tienen trazas de desaparecer en el siglo XXI. En los últimos treinta años se han debido producir en la Piel de Toro un centenar largo de apariciones, más otra docena en los archipiélagos y plazas de soberanía, y algunas más que empezaron bien y después se torcieron. El fenómeno de las apariciones no sólo es español, sino universal, y sólo conocemos la punta de un iceberg que, por cuanto se puede juzgar, está igual de ignorado e inexplorado en todas partes.

Pero éste no es un estudio de apariciones, sino un libro de Historía (o de historias, si se prefiere) sobre los seres humanos que profetizaron sobre la Piel de Toro, y lo que dijeron cuando hablaban de parte de Dios. Un poco más de la mitad fueron hombres; algo más de la mitad eran laicos; el conjunto es muy heterogéneo en género, edad y clase. Entre los laicos hubo reyes, niños, amas de casa y un zapatero portugués, y entre los consagrados un par de arzobíspos, dos obispos, dos jesuítas, un benedictino, varios franciscanos y monjas profesas, así como una oblata cocinera y un hermano portero. Por su lugar de nacimiento, muchos eran castellanos, diez eran catalanes, cinco portugueses y dos valencianos; de fuera, seis eran franceses, una alemana, una sueca, un italiano, un griego, un palestino y un galés.

La santidad del profeta no es requisito indispensable para que una profecía sea cierta, teniendo en cuenta que Caifás profetizó y también lo hizo la burra de Balaam, pero más de la mitad de los profetas citados son santos o están en trámites de serlo: ocho están canonizados y veinte están en diversos estadios del proceso de canonización (beatos, venerables o siervos de Dios) aunque los españoles no hayamos empujado como sería de justicia.

Las profecías que recoge este libro se han producido a lo largo de veinticinco siglos: una es de 700 o 500 años antes de Cristo, otra del siglo primero después de Cristo y tres son de antes de los moros. Aumentaron ligeramente en la Alta Edad Media, volvieron a crecer al alba de la Edad Moderna, y finalmente crecieron bruscamente desde el siglo XIX a nuestros días. Entre Abdías y el nacimiento de Cristo hay un vacío de cinco siglos en que no sabemos si hubo o no profecías sobre Iberia o Hispania, y después está el hueco de las omitidas entre la Alta y la Baja Edad Media, las profecías que anunciaron su destino a Fernán González y el Cid, o la muerte a Fernando I y Alfonso X el Sabio.

En cuanto a su contenido, las hay que perpetúan el recuerdo de la ayuda sobrenatural en momentos difíciles a reyes, caudillos y gobernantes, desde Wamba hasta nuestros días pasando por don Alonso Henriques, el primer soberano portugués. Sería fascinante, aunque supongo que muy difícil, averiguar si esa ayuda ha sido general y permanente y sí persiste en nuestros días; creo que hay motivos para suponer que sí. Cosa distinta es que las hagan caso.

Pero la mayoría de estas profecías son mensajes de amor de Dios a su pueblo y quejas del desdeñado Amante, como en la Biblia. Avisos de peligro, señales para identificarlo, remedios para prevenirlo y algunas instrucciones para regiones y lugares concretos.

En estas profecías el amor de Dios se expresa de modo que evoca el Antiguo Testamento, como si España fuera un ser personal digno de ser amado, pero tan capaz de pecar como de merecer. Los mensajes la llaman “querida, amada, predilecta, país que amo por su fidelidad, modelo y aliento para otras naciones, cuna y jardín de la Virgen”, y la razón de este amor, según un mensaje del siglo XVII, es que “tienen los españoles a mi Madre por tan suya que por particular grandeza los llama “hijos de mi seno”.

Paralelamente a este amor, los mensajes constatan amargamente su desvío con palabras muy duras (he leído un “España puta” en un viejísimo manuscrito) así como la queja y el dolor de Dios por el grado de envilecimiento en que España ha caído varias veces a lo largo de los siglos. Las expresiones del “Planto” de San Isidoro (sean suyas o de un autor desconocido mil años posterior) son aplicables al pasado, al presente y quién sabe si también al futuro; son quejas que repiten Eiximenis y Juan de Unay en el siglo XV, la aldeana alemana Ana Catalina Emmerich (“¿Por qué he de ver yo, miserable pecadora, estas cosas?”) y la Madre Rafols en el XIX; y que vuelven a sonar en el siglo XX, en voz alta y en público, en Ezquioga, la Cruz Blanca y El Escorial: ¡“Pobre España”; “España, ciega nación”; “España, España, desgraciada España”!

Las videntes de Garabandal

Esta serie de tristísimos plantos denuncian sobre todo la mala conducta de los clérigos y de los gobernantes: “Ay de ti, España, que harás barragana a la esposa de Jesucristo, que darás sus cargos a pecadores que serán peores que los idólatras”, (San Isidoro); “Príncipes y prelados negligentes de la salud del pueblo, se dedicarán a hacer dinero y tiranías” (Eiximenis); “Príncipes espirituales peores que los príncipes mundanos” (San Francisco de Paula); “¡Cómo usan de simonías!” dice el Bandarra. A la Madre Rafols se le dice: “lo que más me duele es que me ofendan, olviden y desprecien las almas que me están consagradas”. También La Peregrina y Ana Catalina Emmerich describen el triste estado de la Iglesia española. En Ezquioga, Jesús se quejaba de “los apóstoles ingratísimos, sentados en la ola de la Revolución”; en 1943 sor Lucía exhortaba a remediar el relajamiento de los sacerdotes y religiosos; en 1965, el ángel afirmó en Garabandal que muchos sacerdotes, obispos y cardenales iban camino de la perdición; y en El Escorial en 1983 se dijo que los pecados de las almas consagradas claman venganza al Cielo.

Los gobernantes no merecen mejor juicio en las visiones de Ána Catalina ni en las locuciones de la Madre Rafols. En Ezquioga, en un momento en que ya no había monarquía y la expresión tenía que referirse al futuro, se dice que España está “seducida por el mal gobierno y la monarquía está llena de engaños y asechanzas”; allí también se habló de “gobernantes traidores de la patria”. En El Escorial, los mensajes increpan a la nueva clase política perfectamente amoral: “Gobernantes de los pueblos que estáis sembrando la mala semilla, engañando a los  hombres… ¡Ay de vosotros que arrastráis miles y miles de almas con vuestras mentiras y engaños, hijos míos!”.

Paralelamente a estas quejas, se hacen una serie de promesas: La vuelta a las ciudades del Sur de la profecía de Abdías, la ayuda permanente desde el Pilar de Zaragoza, la tutela de Santiago sobre toda la Piel de Toro. Se promete que el Sagrado Corazón de Jesús reinará en España, y que “gozaréis de vuestra antigua libertad”. Los malvados “no conseguirán desarraigar la fe católica”, pues “la providencia se reserva un medio imprevisto” y el “Cielo tiene designios sobre España”. “Quiero que España sea siempre grande y lo será sí se mantiene en la fe”. A mediados del siglo XIX, el confesor del obispo de Loja preveía el desastre del 98 pero iba más allá cuando afirmaba: “Será la nación más poderosa del mundo”.

De todas estas promesas, la más llamativa, que se ha repetido a lo largo de siglos, es la del hombre (u hombres) al que las profecías dan el nombre de Vespertilio, Murciélago, Rat Penat, Encubierto, León, Rey León, Guerrero, Caudillo o Jinete del Tajo, Rey General, hombre de la estirpe de España, y Capitán de la Santa Milicia de los Crucíferos. Nombres para uno o más reyes o caudillos que, junto al Papa santo, “Nuevo David”, han de reformar la Iglesia, reconquistar los Santos Lugares, vencer en el Tajo y en los Pirineos y establecer la paz universal; algo que recuerda inevitablemente el arquetipo bíblico de Josué y Zorobabel y el apocalíptico de los dos candelabros.

Pero antes que llegue este salvador (o salvadores), los mensajes avisan de muchos peligros: San Isidoro describe varias situaciones de peligro en las malas nupcias, el fallecimiento del príncipe y la falta de varón. Varias veces se anuncia una guerra terrible y decisiva en los Pirineos. Se nos dice que dos olas revolucionarias arrasarán España y la segunda hundirá su barquilla, y también se habla de un ataque desde Italia. España “dividida en dos por un robo injusto y muchas traiciones” sufrirá crueles infortunios; “te harán jirones la piel y te harán beber la hiel de corazones podridos”. Amenazada por la masonería, ha de cebarse en ella el espíritu del mal; “se proponen descristianizar la familia”. “Si España deja perder la religión, será destruida”. Especial significación cobran hoy los párrafos dedicados a la educación y los derechos de los padres dictados a la Madre Rafols y los videntes de Ezquioga.

Y entre todas las amenazas pronunciadas sobre la Piel de Toro, persiste la de los agarenos anunciada por San Metodio, aunque los mensajes prometan también el héroe fuerte —el Encubierto, el Rey León— que recuperará España y África y extirpará la secta de Mahoma antes de reconquistar los Santos Lugares para la Cristiandad.

Aparición de Ezquioga

La época de estos peligros está indicada por señales: San Vicente Ferrer dice que será cuando no se pueda distinguir chico y chica y cuando dos quieran ser reyes; y en Ezquioga, cuando el vicio sea tenido por virtud y la virtud por locura.

Los mensajes dan también una serie de remedios o defensas para las calamidades que España se atrae cada vez que se aparta de la ley de Dios: la intercesión de la Virgen del Pilar, la oración del rosario, la devoción y las imágenes del Sagrado Corazón de Jesús, la consagración al Inmaculado Corazón de María, la comunión reparadora de los cinco primeros sábados, el trisagio, la imagen de la Virgen del Olvido, Triunfo y Misericordias. En pleno siglo XX, Sulamitis escribe una oración para pedir por España.

Y finalmente hay en los mensajes una serie de avisos para ciertas regiones y ciudades concretas de la Piel de Toro o de lo que fue un tiempo la Monarquia Católica: En Portugal nunca se perderá la fe y Cuba la recuperará junto con la libertad. Hay avisos proféticos y plantos para Cataluña, Andalucía, Asturias, Navarra y Guipúzcoa así como las ciudades de Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Zaragoza, Córdoba, Granada, Cádiz, Vitoria y San Sebastián.

Pero las dos cuestiones capitales que suscitan estas profecías, son las de su autenticidad y credibilidad de cada una de ellas.

En cuanto a lo primero, la investigación ha puesto de manifiesto una serie de problemas que esperan solución: La necesaria exégesis del versículo de Abdías. Establecer un texto castellano fiable del sermón de San Metodio y revisar la crítica a su autoría. Encontrar los textos más antiguos de las profecías de San Isidoro, su “Libro de los Secretos” y los libros citados por el Padre Vieira. Revisar objetivamente las críticas al Voto de Santiago. Establecer y traducir el texto de la profecía de Poblet. Confirmar las citas, ahora inciertas, de Santa Brígida y San Vicente Ferrer. Encontrar los primeros textos de Castillon sobre el Buc de Milhas. Consultar el expediente, por ahora secreto, de la Madre Rafols durante el pontificado de Pio XII. Identificar al obispo de Loja y su confesor, así como al venerable Jacinto Coma. Y sobre todo, confiar en que las apariciones de Ezquioga, Garabandal, la Cruz Blanca y El Escorial sean objeto de investigación imparcial y profunda, que discierna y examine sus frutos, y que estudie los miles de mensajes recibidos en aquellos lugares.

Por lo demás, a la vista de lo que ha costado encontrar todas estas profecías, no parece posible que se hayan copiado unas a otras. Aunque haya pasado alguna vez, ni ha podido ser siempre ni todas las veces. Las mismas ideas o parecidas frases en diferentes labios de épocas distintas, no es que hayan copiado, sino que tienen al final el mismo origen.

En cuanto al criterio de credibilidad, el precepto evangélico y el sentido común dicen que hay que juzgar las cosas por sus frutos. Todavía sirve el consejo de aquel fariseo del siglo I: No despreciéis las profecías, antes bien, examinadlo todo y quedaros con lo bueno.

Estas profecías (salvo, naturalmente, la de Abdías) son revelaciones privadas que nadie está obligado a creer (aunque a veces pueda ser imprudente no creerlas) porque son meros asuntos de fe humana, y en materia de fe humana, los aciertos pasados aumentan la confianza, pero no dan seguridad de acertar el futuro: el hombre del tiempo acierta casi todos los días pero de vez en cuando se equivoca.

La parte final de esta investigación ha discurrido por los lugares de apariciones de la Piel de Toro en el siglo XX, con nostalgia de lo que pudieron haber sido; por los mismos años que en Vitoria se obstinaban en aplastar a Ezquioga, los obispos de Bélgica reconocieron dos lugares de apariciones en Banneux y Beauraign, que hoy son santuarios florecientes.

El Escorial

El trato que han dado a las apariciones nuestras autoridades cíviles y eclesiásticas (así como en determinados momentos, también algunos jueces y militares) ha sido garrafal, para decirlo suavemente, y no es extraño que una vidente oyese a la Virgen en Lourdes que “En España me acogen peor que en ningún otro sitio”.

Tras sus brutales intervenciones en Fátima y Ezquioga, las autoridades civiles aprendieron, las eclesiásticas van aprendiendo más despacio. Tiene que resultar irritante que venga un niño (o un ama de casa, o la señora de la limpieza, o el hermano portero) a decir de parte de Dios al obispo (o al general, al cirujano, al arquitecto o al ingeniero) lo que tiene que hacer. Lo terrible del caso es que los caminos de Dios no son los nuestros, porque hace lo que le parece y se manifiesta como quiere sin necesidad de pedir permiso a las jerarquías de la Tierra.

Al visitar lugares de apariciones no se puede dejar de imaginar cuán distintas hubieran sido las cosas si los videntes hubieran tenido desde el principio un director que presidiera los cultos, velara por la doctrina y expulsara a los indeseables. Si hubieran sido estudiadas por una comisión de expertos, pero expertos de verdad, no psiquiatras o rabdomantes, porque los que entienden de mística son los místicos. Si se hubiera dado satisfacción sin tardanza a lo que pedía la Virgen, porque si lo que pedía era una capilla, una consagración o unos rezos, la cortesía, la prudencia y el sentido común aconsejaban hacerlo cuanto antes, aunque solamente fuera por si acaso; otra cosa sería si hubiera pedido un estadio o un bar de copas.

Hay que rectificar y evitar los errores del pasado y muy especialmente el acuerdo de no reconocer apariciones, que parece un pecado contra el Espíritu Santo. Si los lugares de apariciones hubieran tenido enseguida un director espiritual, una encuesta imparcial y una capilla, que son tres cosas sencillas y de sentido común, no habría en el Santo Oficio un expediente sobre Ezquioga, pero en Ezquioga habría un santuario mariano lo mismo que en La Codosera, Garabandal y El Palmar. No existiría la Iglesia Católica Apostólica Palmariana, pero la Virgen de los Dolores tendría su capillita en el Prado Nuevo de El Escorial, que es lo que ella pedía.

No se puede reprimir el espíritu, porque los pueblos lo necesitan tanto como las personas. En esta época complicada en la que muchos días asalta la tentación de ceder al cansancio, el hastío o el asco, las profecías nos traen un aliento luminoso, unas opiniones, avisos y exhortaciones que no son humanas, que llaman a las cosas por su nombre y que nos devuelven, como una brisa saludable, el claro sonido de la verdad que teníamos olvidada. La palabra de Dios siempre es fecunda y no regresa hasta que cumple su cometido en la Tierra. Las profecías sirven para enseñar, para orientar nuestra marcha colectiva, para corregir errores, para hacer recuperar a la gente el verdadero sentido de la vida, para advertir riesgos, para dar señales, para prepararse a lo peor, para ayudar a conducir la Historia, para enseñar a leer los signos de los tiempos.

Para dar esperanza

El Español Digital

Las profecías dadas a Juan, y no reveladas hasta ahora, están siendo presentadas en este tiempo para despertar al mundo

Mensaje del Libro de la Verdad 🏹

24 de julio de 2012

Mi muy querida bienamada hija, el momento está cerca para que los últimos misterios de Dios el Altísimo sean revelados al mundo entero.

Tu voz, hija Mía, finalmente completará el plan de Dios sobre la Tierra para revelar la Verdad de Mi Segunda Venida.

Tú, hija Mía, eres el 7° Ángel enviado para preparar a los hijos de Dios a renovar su fe para que así ellos puedan ser salvados. 

Mientras tú revelas los secretos dentro de los siete sellos los cuales Yo, Jesús el Codero de Dios, ahora abro, enfurecerás a muchos. 

Las perversas mentiras perpetradas por aquellos quienes pretenden ser siervos de Mi Iglesia serán expuestas por medio del sonido de tu voz. 

Todo acto vil cometido por los seguidores de Satanás que se atreven a declararse a sí mismos seguidores Míos, será expuesto. Toda mentira, puesta al descubierto, para que la vean todos. 

La nueva falsa iglesia, creada por el anticristo, será mostrada por lo que es. 

Todo intento hecho para engañar a los hijos de Dios será vuelto del revés, a medida que la batalla para salvar a la humanidad se intensifica.

Las blasfemias pronunciadas por aquellos que no hablan en Mi Santo Nombre serán presenciadas por todos, aunque muchos no aceptarán la Verdad de Dios como estar siendo dada al mundo ahora. 

Las palabras, escondidas por tanto tiempo y silenciadas hasta el fin, están ahora brotando de Mis labios.

Ningún hombre será excluido de la Verdad. A todos se les mostrará la Verdadera Palabra a medida que Yo me preparo, una vez más, para salvar a la humanidad de la eterna condenación.

Las profecías dadas a Juan, y no reveladas hasta ahora, están siendo presentadas en este tiempo para despertar al mundo.

Los Evangelios serán una vez más, después de tanto tiempo, difundidos a lo largo del mundo. 

El ciego verá otra vez. 

El mudo hablará con la verdad, como miel, derramándose de sus labios.

Los sordos escucharán y la Verdad les traerá el consuelo ausente por tanto tiempo de sus vidas. 

La apostasía se agrietará y las almas crudas, hambrientas de la Verdad, finalmente la aceptarán con los brazos abiertos. 

El poder de Dios ahora se manifestará en cada rincón. 

Estad seguros de que el engendro de Satanás y sus seguidores harán todo lo que puedan para bloquear el Libro de la Verdad de ser dado al mundo a través del amor de Dios. 

Ellos no tendrán poder contra él, aunque no parecerá ser así. 

Los Cielos esperan ahora el momento de reunir a toda la humanidad para Mi Glorioso Regreso.

Nunca me abandonéis. Dadme la bienvenida mientras Yo os preparo para Mi Gloriosa Segunda Venida. 

Traed a vuestras familias con vosotros y venid a Mis brazos mientras Yo me preparo para envolveros dentro de la protección de Mis Gracias especiales del Cielo. 

Yo os hago una llamada a todos vosotros para reconocer la última llamada, a través de Mi 7° Mensajero, al que se le ha  dado la autoridad de revelar las siete trompetas, los contenidos del séptimo sello, mientras el coro de ángeles se prepara para que las profecías de desplieguen.

Vuestro Jesús

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