Francisco: sus últimas palabras

El mundo se pregunta por qué Bergoglio ha sido el ‘Papa’ más celebrado en la historia de la Iglesia.

El mundo se pregunta por qué Bergoglio ha sido el Papa más celebrado en la historia de la Iglesia.

Aclamado, aplaudido, glorificado, alabado y magnificado, ojo, no por los católicos (quienes, por el contrario, han expresado hacia él considerables críticas), sino por ateos, agnósticos, paganos, masones y seguidores de todas las religiones.

Es imposible resumir en pocas líneas las muchas razones por las que Francisco ha conseguido casi (pero no del todo) superar en fama al superior al que se suponía debía servir.

El destronamiento del Altísimo y la entronización de sí mismo se percibe fácilmente en las últimas palabras de Francisco a sus fieles seguidores.

Sus predecesores abandonaron la dimensión terrena con la mirada dirigida hacia arriba. Las últimas palabras de Pío VI, Papa depuesto y exiliado: «Señor, perdónalos».

Las últimas palabras del Papa Pío VIII: «Señor, siempre he creído, ahora creo».

Las últimas palabras de Pío IX: «Protege a la Iglesia que tanto he amado».

Las últimas palabras del Papa León XIII en latín: «Valete omnes».

Las últimas palabras del Papa Pío XI: «Todo es de Dios, todo es para Dios».

Las últimas palabras del Papa Pablo VI: «Pater Noster».

Las últimas palabras de Juan Pablo II: «Déjame ir a la casa de mi Padre».

Y por último, las últimas palabras de Benedicto XVI: «Señor, ¡te amo!».

¿Cuáles fueron las últimas palabras del Papa Francisco? «Gracias por traerme a la plaza.»

¡Con doce años de mimos papales aquí, deshacerse de la competencia fue muy fácil! No sabemos si al jefe le gustó.

Traducción de IA

No podéis impartir la Verdad cuando vuestro ego busca popularidad

Mensaje del Libro de la Verdad 🏹

10 de diciembre de 2013

Cómo me duele ver tanta gente aceptando la falsa humildad, que se encuentra detrás del humanismo, que es tan favorecido por aquellos en  Mi Iglesia.

Mi Labor como Salvador y Redentor de la raza humana ha sido ahora olvidado. La falsa humildad, dentro de Mi Iglesia, seguirá siendo presenciada y todos aplaudirán a los que promueven la necesidad de cuidar del bienestar material de los necesitados. Todo esto dará lugar a una falsa religión.

¿Cuándo, los que os llamáis siervos de Dios, decidísteis reemplazar la Verdadera Palabra de Dios con vuestra propia interpretación errónea de la misma? ¿Cuándo decidísteis reemplazar al Cristianismo con el humanismo, donde no se hace mención de Mí? ¿No sabéis que nada resulta, de lo que no viene de Dios? Qué poco habéis aprendido y qué necios sois, si creéis que vuestras supuestas  buenas obras – concentradas en el bienestar material – pueden alguna vez reemplazar a la Verdad.

Cuando ignoráis vuestra labor principal – la doctirna más importante para salvar las almas de los hijos de Dios – entonces nunca podréis decir que sois siervos Mios. ¡Qué fácil es para vosotros convocar para salvar a los pobres, los miserables y a los miembros económicamente desfavorecidos de vuestra sociedad! Siguiendo esta ruta equivocada, en la que buscáis la admiración del mundo por vuestras así supuestas buenas acciones, entonces olvidáis la labor más importante, para la que fuísteis llamados. Esto es para servir a Mí, vuestro Jesús. No es para la búsqueda de popularidad personal en Mi Santo Nombre. ¿De qué le sirve a alguien tener las comodidades de la vida cuando no pueden salvar su alma? Si buscáis la admiración del mundo secular, a través de actos públicos, pensados para que os hagáis populares, entonces no cargáis Mi Cruz. Si no me imitáis, entonces no podéis hablar por Mí. No podéis impartir la Verdad cuando vuestro ego busca popularidad.

Cuando olvidáis el Sacrificio que Yo hice para salvar vuestras almas, entonces no podéis servirme. Cuando un sacerdote olvida la razón por la que se hizo servidor Mío, su caída de la gracia es diez veces más que la de un alma común. Porque cuando él mismo se quita de Mi, se lleva consigo a las almas que influye y que confían en su juicio. Oíd ahora, siervos Míos, este, Mi Llamado para salvar las almas de todos aquellos por los cuales habéis sido designados mediante el Sacramento del Orden Sacerdotal. Cuando falléis en repetir lo que os han enseñado, vosotros no enseñáis la Verdad. Cuando promovéis el humanismo y animáis a esas almas dentro de vuestra diócesis a hacer lo mismo, vosotros me rechazáis. Me sustituís a Jesucristo, con el deseo no sólo de promover la justicia social, sino para buscar la admiración por vuestras buenas obras a los ojos de los demás. La admiración de los demás y vuestro deseo de ser populares significa que ya no estáis a Mi servicio. Cuando ya no estáis más a Mi servicio, os exponéis a caer en el error, y pronto ya no me reconoceréis en absoluto de la manera en que se supone que debiera ser.

Sólo los pocos, los elegidos, estarán a Mi servicio hasta el último Día. En ese Día, muchos de los que se llaman servidores en Mi Iglesia sobre la Tierra llorarán y gritarán pidiéndome que les muestre Misericordia. Para entonces, ellos me habrán perdido miles de millones de almas y porque muchos de ellos estarán tan atrapados en la abominación, que no podrán entender la verdad de su destino, hasta que sea demasiado tarde.

Despertad aquellos de vosotros que estáis incómodos con el sentimiento de desolación y confusión, que os rodea como servidores Míos en este momento. Permaneced firmemente enraizados en la Verdad en todo momento. Recordad vuestra labor como Mis servidores sagrados, que es alimentar a Mi Rebaño con la Verdad y aseguraros que ellos reciban el Alimento necesario para salvar sus almas.

Vuestro trabajo consiste en traerme almas.

Vuestro Jesús

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