Los 10 Mandamientos y El Pecado

🧭 Formación Básica del Cristiano

Los diez mandamientos de la ley de Dios, o «el Decálogo»  

Querido Ejército Remanente:

Hoy vamos a aprender a no ofender a Dios. En otras palabras, a ser felices. El camino ya nos lo enseñó Dios mismo. Repasémoslo:

El primero de los mandamientos: No tendrás otro Dios más que a Mí.  

El segundo: No tomar el nombre de Dios en vano.  

El tercero: Acuérdate de santificar las fiestas.  

El cuarto: Honra al padre y a la madre.  

El quinto: No matar.  

El sexto: No fornicar.  

El séptimo: No hurtar.  

El octavo: No levantar falso testimonio.  

El noveno: No desear la mujer de tu prójimo.  

El décimo: No codiciar los bienes ajenos.  

El decálogo contiene explícita o implícitamente todos los deberes del hombre en relación a Dios, al prójimo y consigo mismo. Ya veremos uno por uno en las próximas lecciones.

Dios en sus mandamientos manda que hagamos el bien y evitemos el mal; por esto cada mandamiento contiene un precepto y una prohibición. 

Dios ha impreso estos mandamientos en el corazón del hombre y los dio a Moisés en el Monte Sinaí, escritos en dos tablas de piedra, para que no nos lo olvidemos.

Los tres primeros, contenidos en la primera tabla, tienen por fin directo el honor de Dios

Los otros siete, contenidos en la segunda tabla, tienen por fin directo el bien del prójimo

Nuestro Señor Jesucristo confirmó los diez mandamientos y los perfeccionó con los consejos evangélicos. Podemos, debemos, y es absolutamente necesario, cumplir con los divinos mandamientos para salvarnos.   

Podemos: Dios conoce nuestras fuerzas y si Él manda el cumplimiento de los mandamientos, es porque sabe que podemos cumplirlos. Si encontramos alguna dificultad en cumplirlos, pidamos a Dios su gracia, e infaliblemente Él nos ayudará y nos hará fácil lo que para nosotros nos resulta difícil y aún imposible. 

Debemos: porque Dios lo quiere, lo manda, y nadie como Él tiene más, ni tanto derecho a ser obedecido. Lo exige el bien común y la sana razón. El código de todos los países civilizados está basado en la ley de Dios. 

Es absolutamente necesario cumplir los mandamientos: porque sólo cumpliéndolos nos libraremos del infierno y conseguiremos el cielo. Basta quebrantar un solo mandamiento en cosa grave para merecer la eterna condenación. 

El pecado 

Pecado es faltar a la ley de Dios. 

El pecado es original y actual.  

Pecado original es aquel con que todos nacemos, heredado de nuestros primeros padres. Se borra con el santo bautismo.

Pecado actual es el que comete voluntariamente quien tiene uso de razón.

El pecado puede cometerse con pensamiento, deseo, palabra, obra y omisión. Omisión quiere decir dejar de hacer aquello a que uno está obligado. 

No todos los pecados son iguales; como entre amigos pueden surgir disgustos pequeños y graves, así también sucede entre Dios y el hombre. 

Los disgustos pequeños no rompen la amistad, pero sí los graves. 

El pecado actual puede ser mortal y venial

Pecado mortal es faltar a la ley de Dios en materia grave, con plena advertencia y pleno consentimiento. 

Materia grave significa cosa de importancia. 

Plena advertencia significa que el entendimiento se dé cuenta claramente de que la cosa es mala. No peca, por falta de advertencia, quien come carne en día prohibido, porque no sabe o no recuerda que es día de abstinencia.  

Pleno consentimiento significa que la voluntad sea del todo libre. Un sueño malo, de por sí, no es pecado, porque cuando uno duerme no es libre para hacer el bien o el mal. En donde no hay libre voluntad, no hay pecado. No peca quien hace algo malo sin querer. Es imposible pecar sin querer.

Sin embargo, pecaría quien, por encontrarse amenazado de muerte u otro mal grave, cometiera una acción mala por su naturaleza, como insultar a Dios, abandonar la verdadera religión, etc. 

Para que haya pecado no es necesario querer directamente ofender a Dios. Sólo el demonio u hombres semejantes al demonio pueden querer directamente ofender a Dios. Lo que se intenta, al pecar, es sólo satisfacer la pasión, el capricho. Para que haya pecado, ni siquiera es necesario pensar que se ofende a Dios; basta hacer libremente algo ilícito, dándose cuenta que aquello no se debe hacer, porque es malo. 

Quien hace mal sin saberlo por ignorancia culpable, peca; por ejemplo, un médico que «ignore» la malicia del aborto. Hoy en día, con tanta información a nuestro alcance, es difícil encontrarse en «ignorancia invencible» o inculpable, puesto que cada vez es más fácil conocer. Pensemos en la obviedad de la malicia del aborto. Sólo aquellas personas que realmente están incapacitadas de obtener un conocimiento concreto sobre algo, estarían excusadas. Quizás alguna enfermedad mental, o una clara imposibilidad de información.

Quien ejecuta un acto, dudando si es lícito, peca. El que duda si un acto es lícito o ilícito debe averiguar antes; y no puede efectuarlo sin saber que es lícito. El medio más práctico para averiguar si un acto es lícito, es preguntar al confesor. (Confesores buenos, que defiendan la sana doctrina de la Iglesia Católica, y no los «curas modernistas»)

Quien hace algo lícito, pero creyendo por error que es ilícito, peca. 

El pecado mortal se perdona de dos maneras:  

1º- Confesándose.  

2º- Haciendo un acto de contrición perfecta con el propósito de confesarse.  

El pecado grave se llama mortal, porque quita al alma la vida sobrenatural de la gracia santificante. 

Pecado venial es faltar a la ley de Dios de materia leve; o en cosa grave, pero sin plena advertencia o pleno consentimiento.

Se llama pecado venial, esto es, perdonable, porque no quita la gracia de Dios, y se perdona fácilmente. El pecado venial se perdona arrepintiéndose de haberlo cometido.   

EL PECADO ES EL MAYOR DE TODOS LOS MALES    

Debemos temer todo pecado como el mayor de todos los males. El pecado es el mal contra Dios; porque le quita la obediencia y el honor que le son debidos. 

Si Dios fuera capaz de pena, el pecado se la causaría. 

El pecado, el mal contra Dios, es un mal infinito, por ser infinita la dignidad de Dios ofendido. Todos los demás males son males de las criaturas; mas todas las criaturas, comparadas con Dios, son como nada; por consiguiente, todos sus males son como nada comparados con el mal contra Dios. 

Por esto, aun para librar de la peste al mundo entero, (como con las supuestas vacunas «salvadoras», pero que contienen células de fetos abortados), jamás sería lícito cometer el más mínimo pecado. Nunca puede ser lícito cometer un pecado; pues si alguna vez fuera lícito, ya no sería pecado. De hecho: ¿en qué quedamos? ¿Estamos en contra del aborto, pero a favor de vacunas con células de abortos? Jamás se puede ir en contra de la Santa Ley de Dios sin pecar. Y jamás un fin bueno puede permitir un medio malo, como en este caso, el medio del aborto, que es sumamente grave. Lo dicho, contradice la «doctrina» de la Iglesia modernista, pero no la doctrina de Dios.


Y más recientemente, Monseñor Strickland, no tuvo ningún reparo en afirmar algo semejante:

“No extenderé mi vida utilizando niños asesinados».


El pecado es un mal para el hombre mismo, porque le quita la eterna felicidad, que es su último fin. Ningún otro mal causa más fatales consecuencias. 

MALICIA DEL PECADO MORTAL 

El pecado mortal es una ofensa grave al Dios de Majestad infinita; por consiguiente, es una injuria infinita. El hombre que comete pecado mortal se rebela contra Dios: si no con palabra, con sus obras, dice: «No quiero servir a Dios; no quiero hacer lo que Él manda». 

El hombre, si se le compara con Dios, es infinitamente menos que un gusano comparado con todo el universo. ¿Un ser tan vil se atreve a rebelarse contra Dios? ¿Por qué? Por una pasión baja que no quiere dominar y, muchas veces, por cosas de ningún valor. 

Todo el que comete pecado mortal ama más a sí mismo y a las criaturas que a Dios; pues disgusta gravemente a Dios, para complacerse a sí mismo o a otros. 

¡Pecar!… ¡Ofender a Dios en su misma presencia!… ¡es el colmo del atrevimiento! A lo menos para pecar, buscad un lugar donde Dios no esté. ¡Pero ese lugar no existe! 

Quien comete un pecado mortal es el ser más ingrato: Todo lo que el hombre tiene, Dios se lo ha dado y se lo conserva, y sin embargo, el pecador lo emplea para ofenderle. 

El que comete pecado mortal se hace esclavo de las pasiones y apetitos contrarios a la razón. 

N. S. Jesucristo, para librarnos de los pecados, aceptó los males de pena, y muy grandes, pero no el mal de culpa. Jesús NO FUE CULPABLE. El pecado mortal ha sido la causa de que Jesús sufriera los más crueles tormentos en su pasión santísima. 

Un solo pecado mortal cambió a unos Ángeles hermosísimos en demonios feísimos. 

Un solo pecado mortal, el de Adán, cambió el mundo, de un paraíso de delicias y goces, en un valle de lágrimas y dolores.

CONSECUENCIAS DEL PECADO MORTAL 

El pecado mortal: 

1º- Nos aparta de Dios y nos priva de su amor y amistad. 

2º- Nos quita los méritos y el derecho a la gloria. 

3º- Nos hace merecedores de la eterna condenación. 

CONSECUENCIAS DEL PECADO VENIAL  

Debemos evitar también los pecados veniales, porque: 

1º- El pecado venial es una ofensa que se hace a Dios. 

2º- Impide muchas gracias que el Señor nos concedería. 

3º- Todo pecado venial atrae varios castigos de Dios en esta vida y en la otra. 

4º- Poco a poco conduce al pecado mortal. 

Por lo tanto: ¡JAMÁS PECAR! 

Sólo el pecado es el verdadero mal, pues los demás males pueden traernos grandes bienes, porque nos ayudan a conseguir mayores premios para el cielo. Sólo el pecado, si es grave, nos separa de Dios, nuestro Sumo Bien; y si es leve, retarda nuestra entrada en el cielo y nos priva de muchas gracias. 

Evitemos, pues, todo pecado, cueste lo que cueste. Digamos a menudo: primero morir que pecar.  

Si por cada vez que el hombre cometiera un pecado, tuviera que pagar una gran multa o recibir un gran castigo corporal ¿no es verdad que todos tendrían un cuidado sumo en no cometer pecados? Con mayor razón debemos abstenernos del pecado por no ofender a Dios, por no perder el cielo, por no merecer los castigos temporales y eternos. 

MEDIOS PARA EVITAR EL PECADO 

1º- En las tentaciones, acudir a Dios y a la Santísima Virgen con fervorosas oraciones jaculatorias, pensando que Dios está presente en todo lugar. 

2º- Leer algún libro bueno y hacer unos minutos de meditación cada día. 

3º- Acordarse a menudo de la muerte, juicio, infierno y gloria.

4º- Cada noche, al acostarse, hacer examen de conciencia, y pedir a Dios perdón de las faltas cometidas durante el día. 

5º- Frecuentar los Santos Sacramentos.

Conclusión:

Con estas reflexiones tan profundas tenemos suficiente material como para decidirnos a no pecar más. ¿Cuántos argumentos más necesitaremos para convencernos?

En esta lección hemos aprendido a no ofender a Dios, como decíamos, que en términos más positivos, sería lo mismo que «ser felices», ya que estaríamos eligiendo al Sumo Bien, única fuente verdadera de felicidad. Es muy simple, es muy claro. Ahora, es el turno de la voluntad.

Que Dios os bendiga y os ilumine

Formación con Luis Maria

Los Diez Mandamientos, dados al mundo por Mi Padre a través del profeta Moisés, están siendo reescritos por el hombre

8 de julio de 2013

Mensaje del Libro de la Verdad 🏹

Mi amadísima hija, cuando quiera que sientas que hay poca esperanza para los pecadores, por favor recuerda que Mi Gran Misericordia es incesante. No hay ni una sola alma en el mundo que no desee acoger y traerles el Don de Salvación. Amo a todos vosotros. Yo perdono a todos los que me suplicáis, por el Don de la Redención, pero esto no significa que no castigue a aquellos que cometen pecado grave.

Los Diez Mandamientos, dados al mundo por Mi Padre a través del profeta Moisés, están siendo reescritos por el hombre. Han sido despedazados, torcidos y dado nuevo significado, para que el hombre pueda aprobar el pecado.

Idolatráis dioses falsos y justificáis esto. Estáis viviendo una mentira terrible cuando insultáis a Mi Padre de esta manera y sin embargo, cuando la Verdad sea mostrada a los paganos, ellos se arrepentirán y Yo estaré esperando para abrazarlos.

Os matáis unos a otros y decís que estáis simplemente mostrando misericordia cuando hacéis esto. Legalizáis el asesinato, la ejecución, la eutanasia y el aborto y decís que estas son cosas buenas. Esto es el mal en su peor momento, cuando desafíáis al Autor de toda vida – el Creador del Cielo y la Tierra – al alterar las Leyes Divinas de Dios. Sin embargo, cuando mostréis verdadero remordimiento, Yo también estaré esperando para acogeros en Mis Brazos.

Saqueáis lo que no os pertenece y robáis de los indigentes, con el fin de satisfacer vuestra lujuria por más. Cometéis terribles pecados de la carne, los que están por debajo de la dignidad del hombre y os comportáis como animales salvajes sueltos en un foso. Vuestra miseria es aborrecible a los Ojos de Dios, pero sin embargo, si acudís a Mí y me rogáis por Misericordia, allí estaré esperando pacientemente. Cuando profanáis a Dios al negaros a aceptar que Él existe y luego tratáis de llevar a Sus hijos con vosotros dentro del abismo con la bestia, Yo todavía estaré esperando cuando volváis y me pidáis que Yo mismo me dé a conocer a vosotros.

Aquellos de vosotros, que aceptáis la Verdad, ya no os tomáis el tiempo para honrarme en el Día de Reposo, porque ponéis vuestras propias necesidades antes que a Mí. Me herís tanto, porque ya sabéis que sois hijos de Dios. Habéis dejado la Casa de vuestro Padre y solo regresaréis cuando no tengáis un techo sobre vuestra cabeza. Y Yo estaré esperando para daros la bienvenida de nuevo.

Vuestro amor por Dios ha disminuido, igual que vuestro amor y respeto por vuestros padres. Vuestros corazones se han endurecido tanto que ya no les mostráis amor ni los cuidáis de la manera que se supone debéis hacerlo.

Maldecís a Dios y juráis, usando Mi Nombre de la manera más irrespetuosa, diariamente, pero no habláis Conmigo de la manera en que Yo deseo. Cuando calumniáis a otros, a Mí me calumniáis. Cuando dañáis la reputación de otra persona, destruís Mi Amor. Y, sin embargo, os perdonaré, cuando mostréis remordimiento.

Mostráis falta de respeto por la institución del matrimonio y no le dáis importancia al abuso de este Santísimo Sacramento. Insultáis a Dios aún más cuando continuáis buscando Sus bendiciones en matrimonios, cuando Él no los reconoce, ni puede reconocerlos. Sin embargo, continuáis insultándolo.

Tan obsesionados estáis con la búsqueda de bienes mundanos y tan infestados estáis con ambiciones malsanas, que destruís a aquellas personas que se ponen en vuestro camino. A pesar de esto, os mostraré Misericordia, si regresáis a Mí.

Ningún pecado, con la excepción de blasfemia contra el Espíritu Santo, es tan malo que no pueda ser perdonado. Imploro a todos vosotros que examinéis vuestra conciencia y os reconciliéis Conmigo, una vez más.

Yo Soy Paciente. Yo Soy Amor. Yo Soy vuestra Salvación. Yo estoy esperando. Por favor, venid a Mí pronto, ya que os amo con una pasión insondable. No descansaré hasta que haya salvado a todos vosotros.

Vuestro Jesús

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