
San Ambrosio dice que hay dos conversiones “agua y lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas del arrepentimiento”. (Catecismo de la Iglesia Católica, 1429)
La Misericordia de Dios es infinita; inagotable «es la prontitud del Padre en acoger a los hijos pródigos que vuelven a casa. Son infinitas la prontitud y la fuerza del perdón que brotan continuamente del sacrificio de su Hijo. No hay pecado humano que prevalezca por encima de esta fuerza y ni siquiera que la limite. Por parte del hombre puede limitarla únicamente la falta de buena voluntad, la falta de prontitud en la conversión y en la penitencia, es decir, su perdurar en la obstinación, oponiéndose a la gracia y a la verdad».

Jesús nos dio una hermosa historia para ayudarnos a comprender la expresión de su misericordia en este sacramento. En Lucas 15 encontramos la historia del Hijo Pródigo, el hijo que repudia a su padre al exigir su herencia y luego desperdiciarla en fiestas inmorales. Luego, una hambruna azota el país donde está de fiesta y se queda sin dinero. Al darse cuenta de lo lejos que ha caído, decide regresar a casa para decirle a su padre cuánto siente lo que ha hecho. Practica lo que podría llamarse un Acto de Contrición mientras se prepara para acercarse a su padre y pedirle que le permita regresar a casa, no como un hijo, sino como uno de los sirvientes de su padre.
“Pero cuando todavía estaba a distancia, su padre lo vio y tuvo compasión, y corrió y lo abrazó y lo besó. Y el hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus sirvientes: `Traigan rápidamente la mejor túnica y póngansela; y pongan un anillo en su mano y zapatos en sus pies; y traigan el ternero gordo y mátenlo, y comamos y hagamos feliz; por esto mi hijo estaba muerto y está vivo de nuevo; estaba perdido y fue encontrado‘“(Lucas 15:20-24)
Solo nosotros podemos impedir que esa mirada de Jesús, que sana y libera, nos llegue al fondo del alma.En la medida en que vamos conociendo más al Señor y siguiendo sus pasos, sentimos una mayor necesidad de purificar el alma. Para eso debemos cuidar cada una de las confesiones, evitando la rutina, ahondando en el amor y en el dolor. Ahondar como si cada confesión, siempre única, fuera la última; alejándonos de la precipitación y de la superficialidad. Para eso tendremos en cuenta aquellas cinco condiciones necesarias para una buena confesión, que quizá aprendimos cuando éramos pequeños: examen de conciencia humilde, hecho en la presencia de Dios, descubriendo las causas, y quizá los hábitos, que han motivado esas faltas; el dolor de los pecados, la contrición, fruto de un examen hondo y humilde, con un sentido más profundo de lo que es un pecado: una ofensa al Señor, y no solo un error humano o una falta de eficacia; propósito de la enmienda concreto y firme, que está íntimamente unido al dolor de los pecados y que muchas veces es el índice de una buena confesión; confesión de los pecados, que consiste en una verdadera acusación de la falta cometida, con deseo de que se nos perdone, y no un relato más o menos general de la situación del alma o de las cosas que nos preocupan. El meditar en que es el mismo Señor quien, a través del sacerdote, nos perdona nos llevará a ser muy sinceros, tanto como nos gustaría serlo en el último instante de nuestra vida; cumplir la penitencia, por la que nos asociamos al sacrificio infinito de expiación de Cristo. Esa penitencia que nos impone el sacerdote –tan mitigada maternalmente por la Iglesia– no es simplemente una obra de piedad, sino desagravio, reparación y satisfacción por la culpa contraída.
No dejemos de acudir con frecuencia a esa fuente de la misericordia divina, pues a menudo, quizá en lo pequeño, nos separamos del Señor. Pidamos a Nuestra Señora, refugio de los pecadores –nuestro refugio–, que nos ayude a confesarnos cada vez mejor. Y pensemos también en la gran obra de misericordia que llevamos a cabo cuando facilitamos que un amigo, un pariente o un conocido recobre o aumente, por la recepción de este sacramento, la Vida sobrenatural de su alma.
REQUISITOS PARA CONFESARSE :
Prepárese de antemano comenzando con la oración, pidiendo la ayuda de Dios usando una oración tradicional o una oración propia.
A.Examen de conciencia: recordar todos los pecados desde la última confesión.
B. Arrepentimiento: o sincero dolor de haber ofendido a Dios; detestar el pecado.
C. Propósito de la enmienda: o decidirse firmemente a no volver a pecar y a evitar el pecado,
D. Confesión: decirle al Sacerdote todos los pecados que hemos descubierto en el examen de conciencia, sin querer engañar al Sacerdote, sin callarse ningún pecado mortal pues invalidaría la Confesión.
E. Cumplir la Penitencia
Examen de Conciencia según los Mandamientos
1-He practicado la superstición o el ocultismo? Creo sin dudar las enseñanzas de la Iglesia sin criticar a sus pastores? He comulgado en pecado mortal? He recibido la Confirmación o el Matrimonio en pecado mortal? He jurado sin necesidad o en falso? He mentido o le he omitido al sacerdote algún pecado mortal en la Confesión? He profanado el Templo, los objetos o las personas consagradas a Dios? ¿He pasado mucho tiempo sin rezar?
2-He usado el nombre del Señor en vano? He estado enojado con Dios? He insultado a una persona consagrada o he abusado de algún objeto/lugar sagrado? ¿He dicho palabras irreverentes? ¿He dejado de cumplir, pudiendo, un voto o promesa grave?¿Has maldecido o imprecado? ¿Te has avergonzado de mostrarte católico?
3- He faltado deliberadamente a misa los Domingos o días de guardar? Observo el Domingo como un día de familia y como día de descanso? Hago trabajos innecesarios en Domingo?
4- Cumplo mis deberes para con mi esposa/hijos/padres? Les he dado buen ejemplo religioso? Desobedezco o trato con dureza a mis padres? Les ayudo económicamente o en su enfermedad? Cuido de que la vida espiritual de mis hijos no peligre ante viajes, compañías, películas, modas?
5- He abortado voluntariamente o le he aconsejado/pagado a alguien para que lo tenga? He tomado la píldora abortiva del día después? He herido físicamente a alguien? He abusado del alcohol o de las drogas? Escandalicé a alguien, y de esa manera le llevé al pecado? He estado enojado o resentido? He odiado? Me he esterilizado? He favorecido la esterilización?
6- He sido fiel a los votos de mi matrimonio en pensamiento y en acción? He pecado de adulterio, fornicación, masturbación, homosexualidad? He usado algún método anticonceptivo o de control artificial de la fecundación dentro o fuera de mi matrimonio? Ha estado cada acto conyugal de mi matrimonio abierto a la procreación sin interrumpirlo voluntariamente? Busco ser casto en mis pensamientos, palabras y acciones? Visto modestamente o soy ocasión de pecado para el sexo opuesto? He mirado pornografía o he leído cosas impuras?
7- He robado o he hecho trampas para beneficiarme? He restituido lo que he robado? Pierdo el tiempo en el trabajo etc… o soy impuntual? Hago apuestas en el juego negándole a mi familia sus necesidades? Pago mis deudas prontamente? Busco compartir lo que tengo con los pobres?
8- He mentido, murmurado, calumniado, difamado, o testificado en falso? He hecho juicios temerarios o burlas? He sido sincero en mis negocios con otros? Falto a la caridad en mis pensamientos de los demás? Mantengo secreto lo que debería ser confidencial?
9- He consentido pensamientos impuros? Los he causado por lecturas, películas, internet, conversaciones? Busco controlar mi imaginación? Rezo a la Virgen contra las tentaciones?
10- Soy envidioso, ambicioso o egoísta? Son las posesiones materiales el propósito de mi vida? Confío en que Dios cuidará de todas mis necesidades materiales y espirituales?
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Como todos los a sacramentos, la Confesión, es un encuentro personal con Jesús. En Confesión, estamos contando nuestros pecados al sacerdote que actúa en la persona de Cristo y con la autoridad de Jesús para escuchar, ofrecer orientación, proporcionar una penitencia adecuada y pronunciar las palabras de absolución. Jesús dio el poder de perdonar pecados a los apóstoles cuando se les apareció después de su resurrección.
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
El Señor preguntó a María Magdalena, “Mujer, ¿dónde están los que te acusan? ¿Nadie te ha condenado?” Ella respondió: “Nadie, Señor.” Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.” Juan 8,11
Jesús, en Vos confío
Cada día debéis preguntaros – ¿aprobaría Dios mis acciones hoy?
27 de abril de 2013

Mi amadísima hija, debo explicar a cada una de las personas vivas hoy en esta Tierra la importancia del tiempo dado a ellas. Nunca he interferido con la voluntad del hombre, ya que este es uno de los mayores dones dados a la humanidad y esto nunca puede ser quitado. Satanás, por el contrario, interfiere con el libre albedrío del hombre y ha buscado incansablemente esclavizar la mente humana y robar su alma, desde el primer momento.
Por lo tanto, el libre albedrío que es dado al hombre, es el que será buscado por espíritus malignos. Pero es también a través del libre albedrío del hombre que la puerta a Mi Reino puede ser abierta. Porque sois carne, y por lo tanto mortales, el único tiempo que tenéis para prepararos para la vida eterna es ahora. Nunca debéis olvidar esto. Debéis estar preparados en todo momento, ya que al igual que Mi Padre os dio la vida, así también Él la puede quitar en cualquier momento en cualquier día.
Si fuérais a morir ahora, hoy, ¿estaríais en condiciones para venir ante Mí? ¿Sabéis qué faltas y qué actos habéis cometido y qué odio habéis mostrado a vuestro prójimo, los cuales se revelarán delante de Mí? Debéis, para que os sea dada la vida eterna, saber qué se necesita hacer ahora, hoy día, para haceros puros a Mis ojos.
Para aquellos que aprueban el pecado y lastiman a otros, por un lado y por el otro, luego rezan y llevan vidas, las cuales dicen están dedicadas a Mí, digo esto: Cada hora, me herís con vuestra hipocresía. Cada día, vuestra alma se distancía más de Mí. Debéis seguir los Diez Mandamientos exactamente como les fueron dados por Mi Padre, de lo contrario, no podéis decir que sois de Mí.
Tantas almas no entran al Cielo y muchos deben sufrir la purificación necesaria para hacerlos aptos para entrar en Mi Reino. Sin embargo muchas más almas son arrojadas a la oscuridad eterna. Tantos se dan cuenta de cómo han ofendido a Dios, a los pocos minutos de su muerte en la Tierra. Cuán asustados y afligidos están entonces. Se dan cuenta de que su tiempo para el arrepentimiento ha pasado y que es demasiado tarde para ellos en esa etapa.
¿Por qué no comprendéis que la muerte puede ocurrir en cualquier momento? Debéis saber, que cuando ofendéis a Dios, debéis esforzaros para cambiar la forma en la que os comportáis a fin de encontrar paz. Cuando evitáis el pecado y continuamente tratáis de enmendar la forma en que tratáis a otros, solo entonces encontraréis verdadera paz. Cuando os encontréis con paz en vuestra alma – lo cual solo puede suceder cuando lucháis contra el pecado y mostráis remordimiento por vuestras malas acciones – os acercáis más a Dios.
Cada día, debéis preguntaros – ¿aprobaría Dios mis acciones hoy? Vosotros conoceréis, en vuestro corazón, la respuesta.
Vuestro Jesús