«Vacunas» COVID: la gran misa negra sobre el mundo

Un ritual colectivo que imita la Eucaristía, que implica el asesinato de un niño y que se supone que te trae salud y prosperidad, ¿no te recuerda a algo? Estamos invitados, o más bien convocados, a una misa negra que no dice su nombre. Todos nosotros, juntos, debemos consumir la sangre de los inocentes para alcanzar la salvación.

Hace poco más de un año, la «pandemia» de COVID-19 provocó la interrupción de los servicios religiosos, incluida la misa para los católicos. ¿Es esto sorprendente, dado que las medidas profilácticas para combatir la «pandemia» son en sí mismas rituales? Un culto no hace más que rechazar a otro: antes, la sexagenaria se persignaba con agua bendita a la entrada de las iglesias; ahora se unta las manos con gel hidroalcohólico a la entrada de las tiendas…

Y luego está esta «vacuna», que se supone que nos salvará a todos. De ello dependerá no sólo el fin de la «pandemia», ¡sino incluso la recuperación económica! Esperada como el mesías, la inyección de ARN es objeto de un verdadero discurso soteriológico. El eslogan «La vacuna salva» se ha extendido por todo el mundo. Se ha proyectado en letras mayúsculas sobre la estatua que domina Río de Janeiro, la del Cristo Redentor, precisamente; la de Jesús, cuyo nombre significa «Dios salva» en arameo. Como para decirnos: entre Jesús y la vacuna, tendrás que elegir a tu salvador.

De hecho, la inyección que se supone que nos protege del COVID es gravemente incompatible con la fe cristiana. Aunque sólo sea porque se hace a partir de un cultivo de células de embriones abortados. Por supuesto, el Vaticano se apresuró a proclamar que esto no era un problema, tranquilizando a algunos devotos que sólo esperaban esta luz verde para precipitarse hacia la supuesta inyección salvadora. Muchos sacerdotes, obispos y personalidades del mundo católico, incluso entre los tradicionalistas, no dejaron de sumarse, demasiado contentos con este oportuno edredón para ahogar el grito de su conciencia.

Aceptar estas inyecciones para uno mismo es respladar ipso facto la industria del aborto y el consiguiente tráfico de órganos resultante. Es, cosa rerrible, aceptar ser marcado en la propia carne y sangre. ¿Necesitamos algún consejo del Vaticano, o incluso una entrevista con el Abad local, para entender esta verdad, si no para entenderla, al menos para percibirla confusamente? Se nos dice que se trata de un problema ético muy complicado, que se necesitan especialistas en teología moral para decidir la cuestión… En realidad es muy sencillo. Para los que quieren ver. Para los que observan los mandamientos divinos con la conciencia tranquila. En materia de doctrina religiosa como en materia de medicina, ¡cuidado con el reinado de los expertos!

Las inyecciones anti-COVID presentan sorprendentes similitudes con la Sagrada Comunión. La segunda nos salva, y la primera tiene la misma pretensión. Una es el cuerpo y la sangre del Cordero inmaculado sin mancha crucificado hace 2.000 años; la otra resulta de cultivar células de otra persona inocente, abortada hace unas décadas. El sacramento de la Eucaristía hace que Jesús esté totalmente presente en cada hostia; el cultivo de laboratorio permite la reduplicación infinita de las células embrionarias humanas, por lo que está presente en cada inyección anti-COVID. La comunión sacramental te hace un hombre nuevo; la inyección de ARN, también, en la medida en que puede cambiar tu identidad genética. En el pasado, mostrar tu falta de fe en la presencia real de Jesús en el Santísimo Sacramento te exponía a vivir al margen de la sociedad; esto es lo que hará mañana el «pase sanitario» si te niegas a creer en las famosas «vacunas». Por otra parte, si estas vacunas pretenden realmente vincular a cada individuo a una red mundial (la Internet de los cuerpos), como pretenden algunos, no será sin evocar el hecho de que los creyentes están unidos entre sí por lo que se llama justamente comunión, y que son así «un solo cuerpo en Cristo» (Epístola a los Romanos, 12:5).

Un ritual colectivo que imita la Eucaristía, que implica el asesinato de un niño y que se supone que te trae salud y prosperidad, ¿no te recuerda a algo? Estamos invitados, o más bien convocados, a una misa negra que no dice su nombre. Todos nosotros, juntos, debemos consumir la sangre de los inocentes para alcanzar la salvación. No te sorprendas de ver este ritual oculto bajo los oropeles de un enfoque supuestamente científico: ¿acaso  Baphomet no lleva un caduceo en el vientre? ¿Y no admitió el ex satanista Zachary King haber realizado abortos rituales, incluso en clínicas?

Por supuesto, como cada vez que escuchas al diablo y sus mentiras, caes en la trampa. Muestra de ello es la plétora de efectos secundarios, algunos de ellos graves, que acompañan a estas inyecciones. En cuanto a la escasa peligrosidad del COVID-19, que se supera fácilmente con ciertos tratamientos, no justifica la introducción de una vacuna mundial. Por tanto, la utilidad de la «vacuna» no se sitúa en el plano sanitario, sino en el político: ¿se trata de controlar a las poblaciones, esterilizarlas o erradicarlas? El futuro lo dirá.

PD: al tiempo que se redactaba este artículo, aparece un texto del valiente obispo Carlo Maria Viganò, que también denuncia la dimensión litúrgica y satánica de la «vacunación» anti-COVID… Se pueden encontrar aquí: Viganó: las vacunas hechas con tejido fetal son un sacrificio humano de víctimas inocentes ofrecidas a Satanás

Verdad y Paciencia

Si Yo no interviniera, el mundo dejaría de existir

Mensaje del Libro de la Verdad 🏹

1° de Febrero, 2013  

Cómo se está rompiendo Mi Corazón en este momento, mientras el hombre, por la perversidad de sus pecados, finalmente ha probado Mi paciencia. Mi dolor y sufrimiento se suman a Mi furia, pues no puedo permitir que la infestación, que ha abatido a la humanidad a tal nivel, continúe.

Mi Mano de Justicia ahora cae sobre naciones que desafían, descaradamente, Mis Leyes. El odio que el hombre tiene por sus semejantes es palpable, en toda la tierra y tiene muchas formas. Para el hombre mortal Mi Mensaje es: “Deteneos ahora a vuestras malas acciones o Mi castigo acabará con todo lo que hacéis y sufriréis el dolor eterno.”

No tenéis la autoridad de tomar la vida, porque Yo Soy el Autor de la Vida. Sólo Yo doy la vida. Ésta no proviene de ninguna otra fuente. Sólo Yo la puedo quitar. Cuando vosotros interferáis con Mi Plan Divino, seréis detenidos. Este plan ha sido por vosotros menospreciado, por una creatura, por quien Yo he dado tanto. Ha sido atacado y destrozado como si fuera de poca consecuencia.

Vuestras guerras se intensificarán, porque Yo traeré muerte a vuestros perversos líderes. Os encontraré, os llevaré y os arrojaré dentro del abismo, en donde la bestia será vuestra eterna compañía. Se desgarrarán vuestros ojos del sufrimiento, a causa de las atrocidades que habéis cometido en contra de Mis hijos.

Es por los pecados en contra de los inocentes, cuyas vidas habéis destruido, que Mi castigo caerá sobre vosotros. Ninguna nación escapará a este castigo y el nivel de Mi castigo, será de acuerdo a la profundidad de los pecados, a los que os habéis  rebajado.

Podéis pensar que Mi castigo es cruel, pero sin él, os destruiríais unos a otros. Si Yo no interviniera, el mundo dejaría de existir; porque vosotros, con las  perversas tecnologías que habéis creado, lo romperíais a la mitad.

No permitiré que hagáis esto. Mi Poder es Todopoderoso y ahora presenciaréis  Mis castigos, mientras éstos sobrevienen a la humanidad.

¡Arrepentíos! Rezad por vuestros prójimos pecadores y especialmente, por aquéllos que han sido infestados por las tinieblas del maligno. Arrasaré a  aquellas naciones que escupen en Mi Rostro y que han perdido el control. Aquéllas que persiguen a otros, sufrirán el dolor que ellos infligen sobre otros.

Vuestro Padre,

Dios el Altísimo

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