¿Incineración de los difuntos? No

En breves líneas quiero exhortar las conciencias sobre este particular asunto para decantarme sin duda alguna por el NO a la incineración, y lo hago a través de los siguientes argumentos concretos

Por Padre Ildefonso De Asís

La costumbre de incinerar a los difuntos se ha extendido ya de tal manera que casi se ha convertido en un supuesto de hecho para la gran mayoría de los católicos. En breves líneas quiero exhortar las conciencias sobre este particular asunto para decantarme sin duda alguna por el NO a la incineración, y lo hago a través de los siguientes argumentos concretos:

1: Pensemos que, normalmente, quemamos lo que no queremos, lo que ya no nos sirve. Apliquemos ese pensamiento a nuestros seres queridos difuntos y, al incinerarlos, consideremos si el horno crematorio es realmente un signo de cariño hacia ellos.

2: La incineración de los cadáveres era una forma común de enterrar en las culturas pre-cristianas. En la más cercana a occidente tenemos la tradición griega antigua y las enormes piras funerarias donde se depositaba a los cuerpos difuntos. Y el motivo era más profundo de lo que superficialmente parecía: la falta de fe en la resurrección de los cuerpos. Muchos creían en la vida eterna, si, pero donde solo cabían los espíritus y no los cuerpos. Gran novedad del cristianismo es la dignidad excelsa del cuerpo llamado a la resurrección unido al alma. Jesucristo tuvo cuerpo humano que ha resucitado y habita para siempre en el cielo. La encarnación del Hijo de Dios debiera ser punto de reflexión en el rechazo a la incineración.

3: A lo largo de la historia ha habido no pocos casos de santos cuyos cuerpos permanecen incorruptos al morir, como signo milagroso de su santidad. Si hubieran sido incinerados se habría perdido para siempre esa oportunidad de afianzar la Fe que la Divina Providencia dispone para algunos santos.


¿Sabías Qué?

Santa Bernadette, la vidente de Lourdes, murió en 1879 a los 35 años de edad. Su cuerpo fue desenterrado debido al proceso de canonización.

Para sorpresa de los médicos, ella estaba intacta, incluso los dientes y las uñas. Y sigue así hasta hoy. El Rosario en sus manos, sin embargo, estaba oxidado, y el hábito húmedo.

Incluso después de tantos años después de la muerte, por el cuerpo de Bernadette todavía corre sangre líquida.

4: Vamos a la parte más “profana/práctica”. Aconsejo que busquen por google una incineración y la vean en detalle. Observen con que desdén y vulgaridad se trituran los huesos de los difuntos; sepan que durante varias horas los familiares han de esperar en las salas anexas a los hornos a que se acabe el “proceso”, y asuman igualmente que lo que reciben los familiares en el recipiente puede ser algo así como una mezcla de cenizas del difunto junto a otros materiales quemados y quien sabe si sumados a cenizas de otros difuntos.

5: Sigamos con la parte práctica. Algunos prefieren la incineración porque temen ser enterrados vivos como si aún la ciencia médica no hubiese avanzado desde el siglo XIX. Y aún en el hipotético caso de que se diera debiera pensarse que ha de ser mucho más terrible despertarse en una hoguera que en un féretro donde incluso podría haber opción de salvarse de la asfixia.

Deberíamos hacer una reflexión profunda sobre hasta que punto ha penetrado en la conciencia general de los católicos una tremenda paganización del hecho cierto de la muerte. La tradición católica es bien segura y nos debe marcar el camino a seguir cuando tengamos cerca un ser querido próximo al fallecimiento. Desde esa reflexión hemos de recuperar, con firmeza, el ejercicio de la caridad fraterna desde la Fe y la Esperanza:

– Procurando que quien vaya a morir reciba la confesión si aún está consciente

– Velando el cuerpo fallecido con oraciones y aplicación de indulgencias

– Solicitando exequias dignas con Misa en templo parroquial

– Enterrando el cuerpo (obra de misericordia) con inhumación en campo sagrado

Desterremos esta gradual y ascendente secularización de la muerte que ya se ha impuesto en una mayoría desde:

* Buscando solo el alivio corporal del que va a morir y privándolo de la importantísima ayuda espiritual en ese momento clave de su vida

* Dejando el cuerpo fallecido en “velatorios” donde desaparece la oración para dar paso solo al acto social

* Procurando que el ministro ordenado celebrante de la exequia pida oraciones por el difunto sin hacer “profecías” de su salvación y/o adelantando groseramente su beatificación

* Incinerando finalmente ese cuerpo difunto y, de ese modo, disminuyendo la Fe cierta de su resurrección futura

Adelante La Fe

Aquellas almas, que murieron en Mí y por Mí, también serán levantadas de entre los muertos

Mensaje del Libro de la Verdad 🏹

17 de abril de 2014

Mi Resurrección de entre los muertos ocurrió por una razón. No tuvo lugar simplemente para probar Mi Divinidad a aquellos que no aceptaron Quién era Yo. Hasta ese momento, las almas que morían, no podían entrar en el Cielo. Ellas tenían que esperar. Pero, no fue antes de que Mi Resurrección hubiese tenido lugar, que les fue dada nueva Vida en Mi Reino. Mi Resurrección trajo Vida Eterna para las almas, y la muerte, por lo tanto, ya no tendría más dominio sobre la raza humana.

Mi Resurrección será realmente evidente en Mi Segunda Venida. Porque entonces todas aquellas almas, que murieron en Mí y por Mí, también serán levantadas de entre los muertos y les será dada la Vida Eterna. Ellos se levantarán en cuerpo y alma, en perfecta unión con la Voluntad de Dios, y ellos vivirán en Mi Nuevo Reino, cuando la vieja Tierra y los Cielos desaparezcan y un Nuevo Mundo surgirá. Mi Nuevo Paraíso será el Mundo sin fin – como fue predicho. Todos aquellos que aman a Dios y que aceptan Mi Mano de Misericordia entrarán en Mi Glorioso Reino. Esa fue la Promesa que Yo hice, cuando Yo dí a cambio Mi Cuerpo terrenal por la  muerte, para daros a todos vosotros Vida Eterna. No olvidéis que lo que Dios promete, Él siempre lo cumplirá. Lo que Dios predijo a todos sus profetas, se llevará a cabo, porque Él no dice una cosa y quiere decir otra.

Cuando Dios le dijo a Juan que el mundo se dividiría en los últimos días y Su Templo sería destruido, Él no mintió. El reino de aquellos quienes desean destruir la Palabra de Dios, ha comenzado y los tiempos para todas esas profecías, como predichas por Daniel y Juan, están sobre vosotros. Mi Promesa de venir y separar las cabras de las ovejas está a punto de hacerse realidad. Al hombre le será dado todo tipo de ayuda, a través de la intervención desde el Cielo, y una plenitud  de oportunidades para hacer una elección final. Él, o me seguirá, o se quedará atrás.

Vuestro Jesús

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