Llamó a Dios… y Él le respondió por Google maps

Y Carolina llamó a Dios: «Entendí que necesitaba a Dios. Estaba triste en casa, sola y le dije: `Si existes, dime dónde estás, porque no sé dónde ir a buscarte y sé que Tú quieres que lo haga´».

La dominicana Carolina Uribe recuerda que nunca vivió la fe «de manera propia». Cuando pudo decidir lo tuvo claro, abandonó la Iglesia y la cambió por la fiesta, el alcohol y las relaciones. «Toqué fondo» sufriendo el divorcio, el sexo y la enfermedad

Entre otras, sus amistades, «sin valores cristianos», de las que no recibía una buena influencia. En ese momento, sus padres se divorciaron y Carolina decidió plantarse ante el bache que se avecinaba en su vida.


«Me dolió muchísimo. ¿Dónde estaba Dios en todo esto? Si Dios era ajeno a mis problemas, ¿por qué tenía que seguirle?», se preguntaba.

Desde entonces, «el alcohol, el sexo siempre que hubiese una razón o amor» o la fiesta sin límite se convirtieron en el sucedáneo de lo que un día fue la fe. Y Carolina quiso ser coherente… para vivir al margen de ella: «Eso era incompatible con ir a Misa y comulgar, y pensé que no estaba bien ir de fiesta el viernes y a Misa el domingo».

Durante los siguientes cinco o seis años, Carolina aparentó estar bien, feliz y en paz, aunque por dentro notase un vacío cada vez más grande.

Sin embargo, la vida pronto le mostró que «tenía que tocar fondo» para recuperar lo que supo que nunca debió perder. Y ese momento fue el diagnóstico de un problema de salud «que tendría repercusiones» en su vida.

Llamó a Dios… y le respondió por teléfono

Y Carolina llamó a Dios: «Entendí que necesitaba a Dios. Estaba triste en casa, sola y le dije: `Si existes, dime dónde estás, porque no sé dónde ir a buscarte y sé que Tú quieres que lo haga´».

Y recibió la respuesta… en su teléfono móvil. «De repente me salió en el móvil Google Maps con una flecha señalando la parroquia de Santo Tomás de Villanueva. Me quedé alucinada. ¿Ósea que Tú existes y me respondes?», preguntó.

Carolina no entendía nada, sobre todo porque comprobó si había marcado esa dirección en la aplicación y no encontró ni rastro. Lo último que puso ella, dijo, fue la dirección donde estuvo bebiendo en el bar la noche anterior.

Habiendo tocado fondo y con una respuesta tan directa, Carolina solo pensó «en obedecer». Empezó a ir a Misa todos los domingos, sin poder comulgar a la espera de confesarse, para lo que, una vez más, acudió a Dios pidiéndole la oportunidad.

La confesión la liberó de una pesada carga

Y esa oportunidad llegó de nuevo de forma inesperada, a través de una invitación para ir a un retiro de una amiga con la que llevaba años sin hablar .

La joven empezó a entender cómo funcionaba «el juego» y, de nuevo, no lo dudó.

«Sabía que era la respuesta de algo que le pedí a Dios. Ese retiro me dio la respuesta a muchas cosas que necesitaba de Dios en mi vida, puso orden en cómo veía a la familia, mi vida, la Eucaristía, el cuerpo como templo del Espíritu Santo y no mío… me dio muchas respuestas», recuerda.

Y una de ellas fue la confesión. «De tanto tiempo que llevaba, no sabía cómo empezar. Pero el Señor me ayudó a través del sacerdote, que me fue llevando poco a poco. Fue una liberación, como desprenderme de una mochila a mis espaldas con la que no podía cargar», recuerda.

El «chocante cambio» del mundo por Dios

Desde ese momento tomó varias decisiones de raíz: «No tendría más relaciones sin casarme, perdonaría a mis padres… Otras han supuesto un proceso de conversión que Dios me fue enseñando. Hay luchas que me han costado más y que el Señor sanó definitivamente. El cambio fue chocante, mis amigos no lo entendían pero todo me daba igual, salvo estar con el Señor».

Tras su conversión, es consciente de que durante su «rebeldía» siempre estuvo muy alejada de la felicidad.

«Ahora lo soy. Tengo un Dios cercano con el que hablo, que me escucha y me responde en lo ordinario y en lo extraordinario. Nunca me siento sola porque nunca estoy sola y cuando me doy cuenta de la presencia de Dios en mi vida, todo cambia. Hay dificultad, pero no se compara a antes», confiesa.

La del móvil no es su única experiencia. Recuerda que, tras su conversión, parte de su familia de raíces evangélicas se opuso a que rezase el rosario. Así que para no empezar «con algo tan aburrido», decidió hacerlo por las tres Avemarías.

El premio de su regreso: de presenciar a María a ser elegida

«Me vino un olor a rosa muy fuerte. No lo entendía, pero me confirmaron que era la presencia de la Virgen y me sentí como Santa Isabel. ¿Quién era yo para que me visitase  la Madre de Nuestro Señor? Fue muy bonito poder experimentar a la Madre», menciona.

También recuerda otras intervenciones más ordinarias, como cuando trató de viajar a España para estudiar un máster.

«Sentí una invitación muy fuerte que el Señor me hizo a través de tres personas. Y yo le dije: `Si quieres que vaya, envíame una cuarta persona´… Y llegaron cinco», afirma. Finalmente, sin beca, sin visado, sin aceptación de la Universidad y sin posibilidad aparente, Carolina fue una de las 2.000 seleccionadas… sobre 67.000.

Hoy afirma que vivir en España «es una gracia» que sin duda ha sido «parte en su proceso de conversión que todavía sigue» haciéndole «crecer en la fe».

«Trato de ir a Misa cada día y estar en oración. Lo necesito, soy débil y no puedo vivir sin Dios. También ayudo lo que puedo en actividades de evangelización: si Dios hizo eso en mí, que era un caso perdido, seguro que puede hacerlo en otras personas. Todo lo que pueda hacer para ayudar y esté en mi mano, lo voy a intentar», concluye.

VIDEO:

Religión, La Voz Libre

Pedid y recibiréis, no es una promesa vana la que hago

Mensaje del Libro de la Verdad 🏹

3 de mayo de 2014

Cuando le pido a la gente que confíe en Mí, esto es una cosa muy difícil de hacer, para muchas personas. Pues a muchos les resulta difícil confiar en Mi Amor por la humanidad, cuando se basan en su propia fe, para que se rindan completamente a Mí. Solamente cuando vosotros mismos os entreguéis completamente a Mi Cuidado podréis sentiros a salvo, protegidos y en paz.

Mi Amor, cuando es buscado por vosotros, os cubrirá si vosotros extendéis vuestros brazos y me llamáis, como un niño pequeno. Los niños ponen toda su confianza en su padres, cuando son pequeños. Ellos solo saben la diferencia entre lo que ellos sienten que es correcto y lo que sienten que es erróneo, de manera que dependen de un adulto para que los proteja. Los niños no lo piensan dos veces, antes de correr hacia los padres por consuelo y buscando refugio. La fe de un niño es fuerte. Él no pregunta, él cree ciertamente que se encontrará a salvo en los brazos de sus amorosos padres.

Yo soy de confiar, porque todo lo que se me pide seré hecho, si es para bien del alma. Pedid y recibiréis, no es una vaga promesa  que Yo os hago. Yo me complazco con el acto de prodigar Mis Dones sobre cada uno de vosotros. Cuando vosotros me pedís que os ayude, Yo escucho, atiendo y respondo a todo lo que deseáis. Dadme la oportunidad de probar Mi Amor por cada uno de vosotros. Dejad que os muestre la prueba de Mi Intervención. Es en este momento de la existencia en el que Yo, Jesucristo, daré a conocer Mi Presencia en todo lo que me pidáis. Es en este momento en el que Yo os haré capaces de sentir Mi Presencia, presenciar Mis Grandes Actos de Intervención en vuestras vidas diarias , y entender el poder de vuestras oraciones. Porque estos son los días de los grandes milagros que Yo lego a la humanidad, más que en cualquier otro tiempo, desde que Yo caminé por la Tierra.

Cuando vosotros verdaderamente depositéis toda vuestra fe en Mí, Yo obraré grandes milagros para traeros, no solo alivio a vuestros sufrimientos sino para atraeros cada vez más cerca a Mi Sagrado Corazón. Cuando un niño sabe que su padre lo ama, se siente seguro, sabiendo que es protegido. Sabed que al confiar en Mí, Yo os protejo a todos e inundaré a cada una de vuestras almas con un profundo sentimiento de paz, la cual no encontraréis en ningún otro lugar en esta tierra.

Venid a Mí hoy y llamadme para que Yo os ayude – sin importar cuantos temores podáis tener. Recitad esta especial Oración, cada vez que estéis en apuros, y Yo responderé en todo momento:

Cruzada de Oración (148) Ven en mi ayuda.

Oh, mi Jesús, ayúdame en mis momentos de gran necesidad. Tómame en Tus Brazos y llévame al Refugio de tu Corazón. Enjuga mis lágrimas. Calma mis decisiones Levanta mi espíritu y lléname de Tu Paz.

Por favor, concédeme mi especial petición (mencionarla aquí…) Ven en mi ayuda, para que mi petición sea contestada, y que mi vida pueda volver a estar en paz y en unión Contigo, querido Señor. Si mi petición no puede ser concedida, entonces lléname con las Gracias para aceptar que Tu Santa Voluntad es por el bien de mi alma y que yo permanezca fiel a Tu Palabra, por siempre, con un cálido y agradecido corazón.  Amén.

Llamadme siempre, cuando estéis afligidos o cuando necesitéis ayuda y Yo os prometo que os será dada una señal de que Yo he respondido a vuestro ruego hacia Mí, vuestro bienamado Salvador

Vuestro Jesús

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