En 2019 Felipe VI se negó a consagrar España al Sagrado Corazón

Felipe VI, abducido por el NOM, rey de España desde que abdicara su padre, Juan Carlos I, en 2014, se negó ni tan siquiera a hablar de una nueva consagración del país al Sagrado Corazón de Jesús en 2019 cuando se cumplía un siglo de la consagración realizada por su bisabuelo Alfonso XIII.

Este año de 2023 la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús cae en viernes 16 de junio, mientras el sábado 17 será la Fiesta del Inmaculado Corazón de María.

Junio es el mes del Sagrado Corazón de Jesús y no es día de precepto aunque se trate de la devoción más enraizada en todo el orbe católico durante los últimos 500 años, también en España. Hablamos de la misericordia de Dios, el concepto clave del segundo milenio del Cristianismo.

Empezando por el final: de algunas personas puede decirse que tienen todas las características del perro menos la lealtad. Y es que la historia del hombre, de cada hombre, es una historia de ingratitud hacia su Creador, redentor y Padre. Por aquí es por donde llegamos a la devoción al Sagrado Corazón.  

La decisión de Alfonso XIII tenía unos precedentes que se remontan siglos atrás, pues la devoción al Sagrado Corazón de Jesús está estrechamente vinculada a los Borbones reinantes en Francia y en España y, por lo tanto, a los pueblos que dichos monarcas representan.

La gran impulsora de la devoción al Corazón de Jesús ha sido la francesa Santa Margarita María Alacoque (1647-1690). Esta religiosa profesó en el Monasterio de la Visitación de Paray le Monial, donde tuvo numerosas manifestaciones extraordinarias del Cielo para difundir la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, empresa en la que contó con la ayuda del jesuita San Claudio de la Colombière. Y por lo que ahora nos interesa es porque en una de las apariciones, el Señor le pidió que hiciera saber al rey de Francia, Luis XIV (1643-1715), que el Cielo quería que Francia fuera consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, lo que la religiosa transmitió al monarca un 17 de junio de 1689.

Semejante petición nada tenía de extraño, si se tiene en cuenta que el rey francés reinaba en una monarquía que por justo título era conocida como “la hija primogénita de la Iglesia”. Además, los reyes franceses eran consagrados al comienzo de sus reinados, recibiendo los óleos sagrados, que les conferían las virtudes de un príncipe cristiano. De este modo, el rey consagrado no era un seglar más y se situaba por encima de los laicos corrientes.

Pero el rey Luis XIV, al igual que sus sucesores Luis XV (1715-1774) y Luis XVI (1774-1792) se negaron a consagrar públicamente Francia al Sagrado Corazón de Jesús, como se lo habían pedido desde el Cielo. Y el 17 de junio de 1789, fiesta del Sagrado Corazón, exactamente cien años después, día por día de la fecha en que Santa Margarita María Alacoque había escrito el gran designio del Cielo para el rey de Francia, consagrar su reino, el Tercer Estado se proclamó como Asamblea Nacional. Este acto despojaba al rey de la soberanía que según el régimen vigente residía en su persona. Y ese sólo fue el primer paso de los revolucionarios, que más tarde proclamaron la República y asesinaron al rey Luis XVI en la guillotina el 21 de enero de 1793. Y, salvo los pocos años de la Restauración (1815-1830), la dinastía de los Borbones fue expulsada definitivamente del trono de Francia. 

Recuerden: Santa Margarita María de Alacoque (1666) le pide al Rey de Francia (un tal Luis XIV) que dedique el país al Sagrado Corazón de Jesús. No lo hizo y un siglo después venía la ilustración francesa, el mundo ilustrado, con sus grandes aportaciones al progreso. Mismamente, la guillotina.

El problema sucesorio de la monarquía española, suscitado por la muerte de Carlos II (1-XI-1700), se resolvió con la entronización de la dinastía de los Borbones, en la persona del nieto del rey francés Luis XIV, es decir, Felipe V (1700-1746) como primer monarca Borbón de España. Y como si después de la petición incumplida por los reyes del país vecino, el Cielo quisiera remediarlo en España, al igual que había hecho en Francia con Santa Margarita María de Alocoque, suscitó en nuestra patria un nuevo apóstol de su devoción en la persona de un jovencísimo jesuita, el beato padre Bernardo Hoyos (1711-1735).

El 14 de marzo de 1733, en la iglesia del colegio de San Ambrosio de la ciudad de Valladolid, el Sagrado Corazón de Jesús le dio conocer al padre Hoyos la Gran Promesa para nuestra patria con estas palabras: “Reinaré en España y con más veneración que en otras partes”. Y días después en una carta fechada el 28 de octubre de 1733, el padre Hoyos contaba así su experiencia en la acción de gracias de la comunión de ese día: “pedí la extensión del reino del mismo Corazón Sagrado en España, y entendí que se me otorgaba. y con el gozo dulcísimo que me causó esta noticia quedó el alma como sepultada en el Corazón Divino”.


Alfonso XIII en una conversación, que mantuvo con el padre Mateo Crawley, le manifestó que había recibió una comisión de la Masonería exigiéndole que no consagrara España al Corazón de Jesús y amenazándole con que si quería conservar la corona, debía aceptar las siguientes proposiciones que le entregaron por escrito: primera, su adhesión a la Masonería; segunda, decretar que España será un Estado laico; tercera, decretar la ley del divorcio y cuarta, generalizar la instrucción pública laica. Y le dijo al religioso, que sin titubear un instante, les respondió:

—Esto ¡jamás! No lo puedo hacer como creyente.

Y tan cierto como que Alfonso XIII no atendió la demanda de los masones, es que estos se salieron con la suya. El 14 de abril de1931, Alfonso XIII perdió la corona y se proclamó la Segunda República española.

Los socialistas, por su parte, jalearon públicamente la estrategia de los masones. Besteiro, el intelectual y el tolerante del PSOE, se refirió a la consagración como “un acto bochornoso y peligroso”. Por su parte, Pablo Iglesias arremetió contra el Cerro de los Ángeles con este exabrupto: “La locura ha hecho presa en la cabeza de nuestros gobernantes”. Años después, en 1936, se impuso la cordura en el Cerro de los Ángeles a base de balas y de dinamita. Fusilaron la imagen del Sagrado Corazón y volaron el monumento.

Acabada la misa del día 30 de mayo de 1919, se expuso al Santísimo en una custodia, ante lo que todas las autoridades y el numeroso gentío cayeron de rodillas. A continuación, Alfonso XIII subió las gradas del monumento hasta el pie del altar, y vuelto ligeramente, para no dar la espalda ni al Santísimo ni a los miles españoles que estaban presentes leyó la fórmula de la consagración.

El rey Alfonso XIII, que aunque era un poco golfo, tuvo dos detalles de coherencia que no contemplo ni en su hijo, ni menos aún en su nieto y del que su bisnieto, bueno, es la antítesis. Don Alfonso, en pleno reinado, consagró España al Sagrado Corazón de Cristo (1919), en el Cerro de los Ángeles… y se negó a las exigencias masónicas de legalizar en España el divorcio, la enseñanza laica y otras lindezas que le exigían los Hijos de la Viuda si quería mantener el trono. Perdió el trono, ciertamente, pero no perdió sus principios. Todos los días lucho por poder decir lo mismo de sus sucesores, pero no lo consigo, en especial lucho por decir algo parecido del monarca actual.

Pues bien, Felipe VI, rey de España desde que abdicara su padre, Juan Carlos I, en 2014, se negó ni tan siquiera a hablar de una nueva consagración del país al Sagrado Corazón de Jesús en 2019 cuando se cumplía un siglo de la consagración realizada por su bisabuelo Alfonso XIII. Nuestro monarca actual está abducido por el Nuevo Orden Mundial (NOM) que, sin entrar en mayores profundidades, es un ambientador de tristeza y desesperación por el conjunto de la humanidad. No me extraña, la bandera de ese NOM es el trashumanismo: acabar con la raza humana. De entrada, acabar con el hombre como cabeza rectora de la creación, colocándole en paridad de estima con animales, plantas o planeta. 

Naturalmente, se le pedía que la consagración de España al Sagrado Corazón debía tener lugar en el Cerro de los Ángeles, donde la hizo Alfonso XIII, ante la misma imagen que los milicianos republicanos fusilaron, la imagen del Sagrado Corazón erigida en el centro geográfico de España.

Hace mal Felipe VI, una vez se entra en la galaxia del Nuevo Orden Mundial y este no admite protagonistas: sólo siervos y verdugos.

Volvamos al Sagrado Corazón en España: el beato Bernardo de Hoyos (Santuario nacional de la gran promesa, en Valladolid) recibe la promesa de que España estará bajo la protección del Sagrado Corazón, de la misericordia divina.

Ya en el siglo XX, una semianalfabeta polaca, de nombre Helena Kowalska, hoy Santa Faustina, se convierte en el moderno apóstol de la Divina Misericordia. San Juan Pablo II promulga la única fiesta litúrgica promulgada en todo el siglo XX: la Divina Misericordia, el primer domingo después del de Resurrección

Alacoque, Hoyos y Kowalska… los tres vienen a decir lo mismo: misterio más incomprensible aún que el de la Santísima Trinidad es saber cómo Dios conjuga su infinita justicia con su infinita misericordia. Y como ahí tengo poco que aportar les aconsejo que se acojan a la misericordia no vaya a ser que sean reos de la justicia divina. Ahí no caben recursos.

Ahora bien, ¿el hombre actual confía en Dios? Yo juraría que no. Y eso supone un problema. Pero existe un problema anterior: todas las celebraciones de junio llevan a la gratitud y percibo que hasta en cristianos practicantes falta la gratitud.

En cualquier caso, aunque todo vaya mal o peor, y las cosas no van bien, ni en la Iglesia ni en el mundo, recuerden que las grandes tragedias sólo se combaten con alegría, con mucha esperanza… ni negando la realidad, que es trágica, ni diciendo que todo va bien porque es mentira. Pero, junto a eso, hay que recordar que la victoria sólo es de Dios y los católicos somos hijos de Dios. 

No, junio no es el mes del Orgullo Gay sino del Sagrado Corazón.

Hispanidad

No puedo forzar a la gente a convertirse o hacerles volver

Mensaje del Libro de la Verdad 🏹

15 de octubre del 2011

Mientras más gente lea Mi Palabra, Mi amor se infiltrará en sus almas, tan pronto lean Mis mensajes. Le hablaré a sus almas y les despertaré de su sueño, con el fin de unirles a Mí, para que así, Yo pueda salvarlas por todas partes. Fortalecidos en cantidad, Me ayudará a alcanzar la salvación de las almas, en una gran escala.

Por el libre albedrío dado al hombre como un don de Mi Padre, no puedo forzar a la gente a convertirse o hacerles volver a la fe en Dios Padre, tendrá que ser su propia decisión. La oración ayudará a propagar la conversión, eso se lo prometo, solo piensen en el regalo que les espera a las almas, cuando ustedes, hijos Míos, recen por ellas.

No conocen el poder de la oración. La oración dicha en multitud, en acción de gracias a Mi Padre y en reparación por los pecados de ustedes, puede salvar al mundo, tal es el poder que ejerce. Nunca antes les he urgido tanto por sus oraciones, que deben venir de sus propios labios y con generosidad de corazón, por los pecadores endurecidos, en todas partes. Necesito sus oraciones, sin sus oraciones, estas pobres almas pueden no ser salvadas, porque muchas de ellas están en tal oscuridad, que el impacto del GRAN AVISO tendrá poco efecto. Ustedes Mis queridos y amados hijos, todos ustedes pecadores, muchos de los cuales hacen lo mejor para mostrarme su amor, no se dan cuenta que Yo confío mucho en ustedes para mantenerme acompañado. Unanse a Mi en el seno de Mi Sagrado Corazón y pídanme las gracias para salvar a sus hermanos y hermanas. Salvaré millones de almas, cuando ustedes dediquen su tiempo a rezar la Divina Misericordia.

Este es el tiempo, cuando el rezo de la Divina Misericordia, será más efectivo. Sean generosos de corazón, mente, cuerpo y alma. Dejen sus dudas a un lado. Permítanme a Mí, a su Jesús, levantarles para traerles a ustedes y a todos aquellos por los que rezan, a Mi vida eterna.

Vuestro Amado Salvador,

Jesucristo

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