Milagro de Conversión de un alma que parecía perdida para siempre

La Virgen María nunca falla.

Por Padre Ángel Peña

«Una religiosa contemplativa me escribió el siguiente testimonio:

A primeros de julio de 1979, estaba en mi casa, con permiso de Roma, para atender a mi madre enferma. Un día tuvimos que internarla en el hospital a causa de una afección cardíaca y bronquial. La pusieron en una habitación con otras dos pacientes. Una se llamaba María y tenía 36 años. La otra tenía 40. Ambas estaban muy alejadas de Dios y tenían carteles pornográficos en la habitación, cosa incomprensible en un centro público.

María tenía hepatitis contagiosa y nadie la visitaba. Había pertenecido al partido comunista y había sido una verdadera líder, dando mítines; pero se había dado al licor, al punto de llegar a beber 40 vasos de vino blanco cada día. Hasta que un día cayó enferma y tuvieron que internarla en el hospital. Pero sus amigos comunistas la abandonaron a su suerte y nadie se acordaba de ella ni la visitaba.

Yo procuré hacerme su amiga y empezó a hacerme confidencias de sus orgías con sus amigos, cuando estaba sana y cómo ahora se sentía triste por estar abandonada de todos. Un día le sugerí que se confesase para encontrar la paz perdida, pero me dijo: No quiero saber nada de curas, no me hables de ellos. Otro día le dije, si podía colocar una estampa de la Virgen de Fátima en la mesilla de mi mamá y me lo aceptó con gusto. Al otro día, les pedí a las dos si podíamos sintonizar la radio durante 25 minutos para oír el rosario, que las religiosas de mi convento transmitían todos los días. Accedieron, porque me estaban tomando cariño. Así que empezaron a rezar el rosario conmigo todos los días.

Como a mi mamá la visitaban dos sacerdotes muy buenos, uno de 74 años y otro de 91, les conté el caso y ellos intentaron acercarse a ver si se confesaba. Pero nada. Ellos me dijeron: «Contigo, quizás se confiese, pero con nosotros ni vernos de lejos». Tenía verdadero odio a los sacerdotes en su corazón. Entonces, le pedí que llevara la medalla de la Virgen en su cadena, llena de otros amuletos, y accedió. Le llevé también dos postales, una de la Virgen de Fátima y otra de Jesús en la agonía, y las colocó en su mesita. De nuevo, le rogué que se confesara, pero nada.

Mi mamá fue dada de alta y regresamos a casa. Pero regresé a los pocos días a visitarla y ya no tenía las revistas pornográficas. Y, por fin, según me dijo el capellán, la víspera de la fiesta de la Asunción se confesó. Y, al poco tiempo, murió. Según me dijo su compañera, se había colocado al pecho con esparadrapo las dos postales que yo le había regalado. Pero antes de morir había podido comulgar durante varios días. Murió el 6 de septiembre de 1979. Nadie preguntó por ella, y a los tres días la enterraron. La compañera me dio dinero para mandar celebrar una misa por su eterno descanso.

Como vemos, la Virgen María nunca falla. Cuando parecía imposible que se confesara, la Virgen por medio del rosario y de la medallita, consiguió con su intercesión ante Jesús, la salvación de esta alma, que parecía perdida para siempre.»

María, madre nuestra” – Padre Ángel Peña O. A. R.

Madre de la Salvación: Esta última Medalla, traída a ti por mí, a través de la Misericordia de Dios, atraerá a miles de millones de almas hacia la Vida Eterna

Mensaje del Libro de la Verdad 🏹

20 de enero de 2014

Dios quiere salvar a cada una de las personas, de cada fe, así como a aquellos que niegan Su Existencia y la de Su Hijo, Jesucristo. Esto es por lo que la gente de todas edades, de todas las culturas y de todas las  denominaciones, deben recibir la Medalla de la Salvación.

A cada persona a quien se le dé una Medalla, incluso si no está bendecida, le será dado un extraordinario Don. Pronto después, Dios infundirá en ellos una Gracia, un conocimiento dentro de sus propias impotencias y una conciencia del Amor Todopoderoso de Dios. Él iluminará incluso a la más terca de las almas y a aquellos con corazones de piedra. Pronto ellos buscarán la Verdad y entonces llamarán a Dios, suplicándole que les ayude a tranquilizar sus corazones y que los llene con Su Gran Misericordia.

No rechacéis el Regalo de la Medalla de la Salvación, porque esta última Medalla, traída a ti por mí, a través de la Misericordia de Dios, atraerá a miles de millones de almas hacia la Vida Eterna. Cuando Mi Padre me dio las instrucciones de presentarme al mundo con el Santísimo Rosario a Santo Domingo, muchos lo rechazaron. Ellos aún lo hacen todavía hoy, porque creen que fue creado por mí. Me fue dado, para que cualquiera que lo recitase pudiera protegerse a sí mismo del maligno. Es a través de mi intercesión que las Gracias especiales y la protección son legadas a las almas, contra la influencia del maligno.

No cometáis el error de rechazar esta Medalla porque es para el mundo entero y muchos milagros estarán asociados a ella. Aquellos que la rechacen o intenten evitar que otros la acepten, negarán la salvación – especialmente los ateos, quienes están en mayor necesidad de la Intervención Divina. Debéis siempre colocar a aquella gente que rechaza a Dios ante el Trono de mi Padre, y suplicar Misericordia para sus almas.

Por favor, aseguraros que esta Medalla de la Salvación sea provista a cuanta más gente como sea posible.

Vuestra bienamada Madre

Madre de la Salvación

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