La única forma en que el hombre puede ser feliz, realizado o perfecto es erradicando su orgullo. Este proceso exige aceptar y abrazar las realidades humillantes de la vida, que finalmente conducen a la santa Cruz. Donde el sistema de salud mental refuerza el orgullo, la psicomoralidad lo abnega, dando como resultado un verdadero florecimiento humano.
por Paul Brock III
El defecto fundamental que nos impide ser más plenamente humanos es el orgullo. Así, sólo cuando el orgullo es disminuido puede el hombre permitirse crecer verdaderamente espiritualmente.
El orgullo es uno de los principales vicios, y muchos lo entienden como el principal vicio. No obstante, debido a que los vicios destruyen las virtudes específicas, uno debe practicar la virtud opuesta para contrarrestar efectivamente el vicio específico. Pero muchos optan por no vencer sus malos hábitos y, como resultado, “los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor” (1 Timoteo 3:13). Por el contrario, para aquellos que eligen la vida virtuosa, “el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias” (Salmo 34:17).

Santo Tomás de Aquino enseña que “el orgullo no corrompe todas las virtudes, sino sólo la humildad vence al orgullo” (ST, II–II, q. 162, a. 2). Entonces, para disminuir el orgullo, la respuesta es practicar la humildad.
La humildad expulsa el orgullo, enseña Tomás de Aquino, y “se dice que es el fundamento del edificio espiritual… la primera entre las virtudes… y el primer paso hacia Dios” (ST, II, q. 161, a. 5) .
Tomás de Aquino nos dice también que allí donde el orgullo, el amor propio y el ego elevan a la criatura por encima del Creador, la humildad “considera propiamente la reverencia con que el hombre se sujeta a Dios” (ST, II, q. 161, a. 3).
Aunque la cultura actual intenta someter a Dios al hombre, hay una inclinación natural y humana que revela que no es así. Desde el ateo alcohólico hasta el católico que va a misa todos los días, siempre es ilógico colocarse uno mismo por encima del Todopoderoso.
La diferencia entre los dos es que la realidad será confusa, e incluso cegadora, para el ateo alcohólico que está enredado en la cultura.
Este efecto cegador que el pecado y el vicio ejercen sobre el hombre lo explica, una vez más, Santo Tomás de Aquino, quien dice: “Puesto que el hombre tiene por naturaleza una inclinación a la virtud… del mismo hecho de que un hombre peca, resulta una disminución de esa inclinación” bien de naturaleza… pero incluso en los perdidos permanece la inclinación natural a la virtud» (ST, I-II, q. 85, a. 1-2).
En lugar de reconocer los efectos dolorosos, esclavizantes y angustiosos de actuar contra la propia naturaleza, el sistema de salud mental ni siquiera reconoce la verdadera naturaleza del hombre, por lo que se vuelve incapaz de proporcionar lo que dice ofrecer, que es bienestar humano.
El bienestar, según la Asociación Estadounidense de Psicología, consiste en tener una “buena perspectiva general de salud física y mental”. Pero, ¿qué es la salud mental? La APA lo define como “un estado mental caracterizado por el bienestar emocional… y la capacidad de establecer relaciones constructivas y hacer frente a las demandas y tensiones ordinarias de la vida”.
Entonces, mientras que la moralidad tradicional siempre ha equiparado el bienestar con la virtud, la psicología moderna lo equipara simplemente con sentirse bien. Además, este sistema impío también equipara el bienestar humano con el afrontamiento, es decir, deshacerse del estrés de cualquier manera posible.
Debido a que no hay reconocimiento del alma con el sistema de salud mental, deshacerse del estrés siempre consiste en algún tipo de “arreglo” temporal. Pero cuando se ignora el alma, también se ignora el más allá.
Fijado únicamente en este mundo, el sistema de salud mental no puede ver el bien y el mal de forma objetiva. La industria de la salud mental está obsesionada solo con aumentar el ego, que es lo que impulsa la agenda mundana de la industria.
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Para disminuir el ego se necesita humildad, y esto es lo que abre a la perfección humana (la meta de la vida).
Esta humildad está encarnada por Dios mismo a través de la Encarnación. Aunque infinitamente superior al hombre, Dios se rebajó hasta el hombre. Y no sólo se redujo a Sí mismo al hombre, sino que ocultó Su divinidad y de hecho se sujetó al hombre, todo por el bien del hombre. Esta sujeción voluntaria alcanzó su punto máximo en el Calvario, donde la humildad y el amor de Dios redimieron los pecados de la humanidad.
Así como Dios mismo se rebajó voluntariamente por el hombre, así también el hombre debe rebajarse humildemente. Cristo no solo fue condenado por los hombres que estaba tratando de salvar, sino que abrazó su condenación y la sufrió bien. Así también el hombre debe aceptar las humillaciones de la vida para la mayor gloria de Dios.
¿Estoy realmente en necesidad de Tu ayuda?”

Mensaje del Libro de la Verdad 🏹
31 de octubre de 2013
Tantos no escucharán Mi Voz, porque no saben Quién Soy. Muchos afirman conocerme, pero es solo por su fallida interpretación humana que están convencidos de que entienden Quién Soy y lo que hice para salvarlos del abismo, que enfrenta a todos hijos de Dios, quienes no me pedirán que los perdone.
El libre albedrío es un Don de Mi Padre. El libre albedrío puede, sin embargo, interferir con la búsqueda del hombre para buscar el Amor de Dios. Sin embargo, Mi Padre dio a Sus hijos este Don. Así es cuán generoso es Él. Así es lo mucho que Él ama a Sus hijos. Este es el Don que les dio la libertad de vagar por la Tierra, saborear sus frutos y acoger su belleza. Pero el hombre, tentado por Satanás, abusó de la confianza de Mi Padre. Luego fue esclavizado por Satanás y forjó un pacto con él, donde el pecado continuará para separar a todos los hijos de Dios de Él.
El Don de Mi muerte en la Cruz significó que Yo rompería este vínculo antinatural entre el hombre y Satanás. Así que habilité al hombre para que busque la salvación a través del perdón del pecado, por Mi muerte en la Cruz. Esto significa que el hombre tiene la capacidad de escapar de la sujeción de Satanás, pero solo aquellos que me siguen, en completa humilde servidumbre, pueden realmente obtener la salvación. A menos de que seáis capaces de declarar a Mí, Jesucristo, abiertamente, vuestras debilidades, vuestros pecados y vuestro odio de uno al otro, a través de la reconciliación, no permaneceréis puros. Sin pureza de alma, no sois capaces de volveros humildes a Mis Ojos. Cuando carecéis de humildad, el orgullo inundará vuestra alma y pecaréis contra Mí. Cuando pecáis contra Mí, lo hacéis de varias maneras.
Alimentaréis vuestra lujuria, avaricia y orgullo primero. Luego os comportaréis como si fuérais muy conocedores, más inteligentes y mejor que otros. Luego juzgaréis a otros. Luego pasaréis a la siguiente etapa. Os burlaréis de aquellos que están en verdadera unión Conmigo, al declarar que ellos son imperfectos. Después de eso crearéis calumnia contra todos aquellos que permanecen fieles a Mí. Sin embargo, os convenceréis a sí mismos que estáis llenos del Espíritu Santo. Pero, no será el Espíritu Santo, el que os inspira. En cambio, será el espíritu del mal, el que invadirá vuestra alma, y creeréis que estáis siendo guiados por el cielo.
Cuando decís que me representáis y que estáis en mejor posición que otros para ser parte de Mi Reino y luego mentís acerca de Mí, necesitáis las oraciones de otros. Por esa etapa, estáis a mitad del camino dentro de las profundidades del Infierno y sin Mi Intervención estaréis perdidos.
Tomad Mi Mensaje. Presionádlo cerca de vuestro corazón y preguntad: “Jesús, ¿eres Tú? ¿Estoy realmente en necesidad de Tu ayuda?” y Yo os daré la respuesta.
Vuestro Jesús