¿Quieres ser santo? Diez aspectos fundamentales para encaminar tu vida hacia la santidad y el Cielo

Aspirar a la santidad es un deber del cristiano. Muestra de las diez características que se pueden ver en los santos, un ejemplo a seguir para lograr llegar a esta gran meta deseada

Este tiempo pascual es ideal para recordar aún con más fuerza que los cristianos están llamados a ser santos, que Cristo con su resurrección ha vencido la muerte y ha abierto las puertas del cielo.

El mismo Jesús exhortó, tal y como recoge San Mateo: “Sed santos como vuestro Padre celestial es santo”. Hay muchos y grandes santos canonizados por la Iglesia, pero hay una mayoría mucho mayor que son anónimos, excepto para Dios.

Aspirar a la santidad es un deber del cristiano y en Catholic Exchange muestran las diez características que se pueden ver en los santos, un ejemplo a seguir para lograr llegar a esta gran meta deseada:

1. El pecado, la antítesis de la santidad

Si hay algo que los santos rechazan con fuerza es la realidad del pecado. Sin embargo, la cultura moderna no sólo justifica sino que incluso promueve el pecado. Al contrario, los santos luchan contra esta mentalidad. De hecho, el lema de Santo Domingo Savio para su Primera Comunión fue: “¡Muerte antes que pecado!”.

2. La oración

Cualquiera que lea la vida de un santo, sea el que sea, siempre encontrará al siervo de Dios en cuestión tomándose muy en serio su vida de oración y dedicando mucho tiempo a estar en contacto con el Señor. Una de los aspectos necesarios para alcanzar la santidad pasa por rezar más y mejor. Para ello, es bueno pedir al Espíritu Santo que ilumine cual es la mejor forma de oración para cada uno.

3. Humildad

Una de las grandes cualidades de los santos es la humildad. ¿Qué entienden ellos por humildad?  Atribuir a Dios todo el bien que hayan podido ellos hacer, que es el origen, autor y fin de todo bien. Cuando se le felicita por algo bueno que ha hecho, el santo responde casi espontáneamente: ¡Gracias a Dios!

4. Hambre de santidad

Un aspecto obvio, pero totalmente necesario para la santidad es precisamente tener verdaderamente hambre de ser santo, de querer ir al Cielo. Los santos nunca admitirán que lo son, pero sí reconocen abiertamente que anhelan serlo. Este deseo es necesario para emprender el camino para ganar la corona de santidad.

5. Caridad

Los santos son dóciles a la Palabra y están dispuestos a cumplir y a hacer suyo el más grande de los mandamientos: amar a Dios y también al prójimo. La imagen más gráfica y que mejor define la caridad es la de Jesús crucificado. No hay muestra de amor más grande y de entrega por el otro. En una ocasión Jesús se apareció a Santo Tomás de Aquino y le preguntó al santo qué regalo deseaba más. Inmediatamente respondió: “Señor, concédeme la gracia de amarte cada día más”.

6. Celo por la salvación de las almas

Un santo auténtico ama a Dios y ama lo que Dios ama: la salvación de las almas. Un alma vale más que toda la creación. El motivo del dolor que sufrió Jesús en su Pasión fue precisamente para salvar almas. Esto debe guiar también a todo aquel que aspire a la vida eterna.

7. Luchar y levantarse tras la caída

Muchos creen que los santos son personas perfectas, sin debilidades ni fallos. Pero eso es completamente falso. Los santos, como cualquiera, nacen pecadores. Pero una característica común del santo es que al caer, por pecador que sea, rebota elásticamente; vuelve al Señor a través de la Confesión, la buena voluntad y un firme propósito de enmienda.

8. Amor por la Eucaristía

El medio más eficaz para unirse a Jesús es a través de los sacramentos. El más grande de todos ellos es la Santísima Eucaristía por la simple pero profunda razón de que la Eucaristía en realidad es Jesús.

En el ámbito de la salud hay una frase muy conocida: eres lo que comes. Los malos hábitos alimenticios pueden provocar problemas de salud, mientras una buena alimentación puede contribuir a una vida más sana y longeva. Llevando este ejemplo a la vida espiritual, cuando el católico se alimenta con el Cuerpo y la Sangre de Cristo con fe y fervor, empieza a sentir y actuar como Jesús, a llegar a ser como Jesús. Así hasta poder pronunciar la cita de San Pablo: “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí”.

9. Docilidad al Espíritu Santo

El padre Jacques Philippe recuerda en su libro En la escuela del Espíritu Santo que la santidad depende esencialmente de una actitud, una acción y un plan de vida básicos: ser dóciles al Espíritu Santo y a sus inspiraciones celestiales. El Espíritu Santo habla con dulzura, pero con insistencia a las almas humildes y dóciles, guiándolas en el curso de acción adecuado que conduce a la santidad de vida.

10. La Virgen y los Santos

La Virgen es la Reina de todos los Ángeles y Santos. Después de su muerte, Santo Domingo Savio se apareció bañado en la gloria celestial a San Juan Bosco y le dijo al santo sacerdote lo que le dio la mayor alegría en su corta vida en la tierra. Fue precisamente esto: su gran amor y confianza en la Santísima Virgen. Santo Domingo terminó este encuentro con San Juan Bosco exhortándolo a difundir en la mayor medida posible la devoción a María. Ella inspira a los santos a rezar con fervor y les anima a volver a Dios después de haber pecado. La presencia maternal de la Virgen ayuda a los santos a pasar de la desolación al consuelo.

Religión en Libertad

Hay una gran idea equivocada en cuanto a lo que hace a un hombre o a una mujer santo a Mis Ojos

Mensaje del Libro de la Verdad 🏹

2 de octubre de 2013


Hay una gran idea equivocada en cuanto a lo que hace a un hombre o a una mujer santo a Mis Ojos.


Muchas personas en el mundo encuentran la práctica de la fe cristiana difícil de acoger cuando se trata de la oración. Tanta gente buena y bien intencionada encuentra difícil sentarse en silencio en contemplación tranquila de Mis Grandes Lecciones dadas al mundo con el fin de hacerles entender lo que se espera de ellos. No hago grandes exigencias. No fuerzo a las almas a dedicar horas y horas ante Mí y sin embargo, Soy tan feliz cuando las almas humildes hacen esto – pero es una cosa poco común.


Así es como deseo desarrollar una relación íntima con todos los hijos de Dios. Solo necesito escuchar vuestra vocecita clamar a Mí cuando os gustara compartir vuestros pensamientos privados; vuestros dolores; vuestra alegría; vuestras preocupaciones; vuestros fracasos y vuestro anhelo por Mí, para que pueda hacerme Presente y presenciado por vosotros.


Nunca antes en la historia del mundo Dios permitirá que Él Mismo sea sentido, dentro de las almas de aquellos que lo buscarán ahora – a través de Mí, Su único Hijo. Por el poder de Dios, el Padre, el Altísimo – vengo ante incluso los más humildes, los más indignos, los más confundidos, los más atormentados de espíritu, para daros el Don de ser testigos de Mi Presencia. ¿Cómo hago esto? ¿Cómo sabréis que me comunico con vosotros? Os llenaré primero con las lágrimas de conversión. Comenzaréis a sentir gran dolor conforme revivís Mi Crucifixión. Comenzaréis a ver la vida, incluso en situaciones cotidianas, a través de Mis Ojos. Seréis atraídos a otros, que han sido llenados ya con el Don del Espíritu Santo.

No elijo a aquellos que vosotros creéis son más dignos, más santos, más bendecidos, más disciplinados, que vosotros. Elijo solo a aquellos que vienen a Mí en total humildad, donde su propio libre albedrío ha sido por ellos voluntariamente abandonado, para que pueda volverse Mi Voluntad.


Si verdaderamente me amáis, conoceréis la verdadera paz. Si verdaderamente me amáis me diréis:


“Jesús Tu Voluntad es todo lo que importa. Mi libre albedrío es Tuyo. Haz con él lo que desees.”


Cuando un alma me dice esto, son verdaderos siervos Míos y ellos son la razón por la que puedo salvar al resto de aquellos que son demasiado tercos para reconocer el significado de estar en unión Conmigo.


Puedo hacer muchas cosas y crear muchos milagros, cuando el libre albedrío, dado a cada persona por Mi Padre, es ofrecido de regreso a Mí, Su Hijo. Este es el mayor poder, que eliminará el poder de la bestia cuando llegue al poder. Venid a Mí y regalad vuestro libre albedrío a Mi Padre, con el fin de traer la libertad a la raza humana. Por favor recitad esta Cruzada de Oración especial:


Cruzada de Oración (123) Regalo del libre albedrío a Dios:
Mi queridísimo Jesús, escucha esta oración de mí, un alma muy indigna y ayúdame a amarte más. Por mi libre albedrío, Te ofrezco este Regalo de regreso, querido Jesús, para que pueda convertirme en Tu humilde servidor y permanecer obediente a la Voluntad de Dios.


Mi voluntad es Tu Voluntad. Tu Mandato significa que soy obediente a todos Tus deseos.


Mi libre albedrío es Tuyo para hacer con él lo que sea que es necesario para salvar a todas las personas, por todo el mundo, quienes están separadas de Tí.


Otorgo este Regalo, el cual me fue dado al nacer, a Tu Santísimo Servicio. Amén.


Cuantos más comencéis a conocerme, mejor comprenderéis dos cosas. Mis Enseñanzas nunca han cambiado. Amo a todas las almas.


Vuestro Jesús

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