La gratitud cristiana consagra el Triduo Santo para conocer más lo que hizo Nuestro Señor Jesucristo por nosotros e impulsarnos a la penitencia, a la sincera conversión y a la enmienda de nuestra vida tibia y mediocre.
El Jueves Santo, el Viernes Santo y el Sábado Santo forman el Triduo Sacro. Son los días de la Semana Santa, de la semana más importante de la historia de la humanidad. Porque para nada hubiera servido la creación si no hubiera habido la salvación.
La Semana Santa es la Semana de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Pasión significa los sufrimientos y la muerte de Cristo en la Cruz. Pasión, Redención, Salvación y vida eterna para nosotros están vinculadas. Sin los sufrimientos, la Cruz y la muerte de Cristo no hay salvación para ti, pecador ingrato.
Cristo se hizo nuestro Cordero que carga con nuestros pecados. Cristo quiere “morir a fin de satisfacer en nuestro lugar a la justicia de Dios, por su propia muerte”, dice Santo Tomás de Aquino en su “Suma Teológica” (IIIa parte, cuestión 66, 4).
Cristo acepta ser maltratado, para que tú no lo seas eternamente; Cristo acepta ser flagelado para que tú no seas flagelado por los demonios y el fuego en el infierno.
¿Te irías a un centro vacacional el día que tu padre o tu madre murieran?
El Viernes Santo muere Cristo, ¿cómo lo celebras? ¿Duelo o diversión?
Cristo acepta gustar la tremenda sed de la crucifixión; acepta gustar la muerte amarga de la Cruz, para que tú no gustes la sed eterna de Felicidad. Cristo acepta ser deshonrado en la Cruz para que tú no seas deshonrado y confundido en el día del Juicio Final.
Y tú, hijo ingrato, ¿qué haces en esos días de la Semana Santa mientras que tu Señor está muriendo en tu lugar para salvarte? ¿Cómo los utilizas? ¿A dónde vas? ¿Por qué los profanas?
Si en esos días tu patrón te dispensa de trabajar porque es Semana Santa, Semana de Luto, Semana de la Muerte del Hijo de Dios; tú deberías saber muy bien que esos días santos no son días de vacaciones, ni de disipación, ni de playa. Son días de penitencia, de oración y de lágrimas.
El Hijo de Dios hecho hombre está luchando contra el demonio y la justicia divina para librarte. Sí, para librarte a ti y a tu familia del más grande peligro que pueda existir: el de la perdición eterna. Sábelo, incúlcalo a tus hijos para que sean agradecidos con su Salvador.
La Sangre que borra tus pecados es la de tu Bienhechor: Nuestro Señor Jesucristo. Es Dios mismo Quien te lo dice: “Sin efusión de sangre no hay remisión de pecados” (Hebreos, 9, 22). Ningún hombre puede conseguir por sí mismo el perdón de sus pecados. Debe buscarlo en otra parte: ¿dónde? en la Sangre del Hijo de Dios que murió en la Cruz el Viernes Santo. San Pablo dice: “En Él, por su Sangre tenemos la redención, el perdón de los pecados…” (Efesios, 1, 7).
Sobre todo no digas que no has pecado y no necesitas del perdón. Si lo dijeras, manifestarías tu gran ceguedad e ignorancia. “Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos: «No hemos pecado», lo hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros” (I San Juan, 1, 8).
El hombre no puede ofrecer sacrificio propiciatorio por sus pecados. Nuestro Señor Jesucristo se hizo propiciación por nuestros pecados. Él se ofrece el Viernes Santo en Sacrificio propiciatorio por ti. Sólo, mediante la Sangre de Cristo, puedes purificarte, puedes liberarte de las cadenas del pecado y de la tiranía del demonio.
Y en estos días durante los cuales Cristo está en los tormentos de la Cruz para merecerte la salvación, tú, pecador necesitado, tú te vas a la playa, a pasearte, divertirte, quizás a acumular más pecados a los que ya hayas cometido. ¡Despiértate, hermano mío, despiértate de tu letargo! ¡Sé agradecido con tu Bienhechor! ¡Actúa como católico verdadero!
Ve al templo a ver y a escuchar lo que en tu lugar está padeciendo Cristo. Has de saber que la ingratitud atrae el castigo de Dios más bien que su misericordia. No seas, pues, ingrato sino agradecido.
La gratitud cristiana consagra el Triduo Santo para conocer más lo que hizo Nuestro Señor Jesucristo por nosotros e impulsarnos a la penitencia, a la sincera conversión y a la enmienda de nuestra vida tibia y mediocre.
JUEVES SANTO
Es el día en que el Señor Jesús antes de ir a su Pasión te dejó el Memorial de su Muerte. Para aplicar los frutos de su Pasión a tu alma, instituyó el Sacramento de su Amor que es la Sagrada Eucaristía y el Sacerdocio para consagrarla. Él dijo: “haced esto en memoria mía”, para recordarnos lo que padeció por puro amor hacia los ingratos que somos; para comunicar a nuestras almas la santidad y el remedio contra el pecado mediante la digna recepción de su Cuerpo.
Y ¡tú irías a divertirle en ese día! No sabes que Cristo dijo: “El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene la Vida Eterna y Yo le resucitaré el último día. Porque mi Carne es verdadera comida y mi Sangre es verdadera bebida. El que come mi Carne y bebe mi Sangre esta en Mí y Yo en él” (San Juan 6, 54-56). Y tú que pretendes ser discípulo de Cristo ¿por qué te privas del Pan celestial que sana, purifica, santifica y pacifica tu alma y tu hogar? Si por tu culpa no aprovechas del remedio que Cristo te ofrece ¿por qué te quejas de tener problemas en tu vida, familia y trabajo?
VIERNES SANTO (Obligan el ayuno y la abstinencia)
Este día es para que grites con y en la Iglesia misericordia para ti mismo y para todo el género humano. El Viernes Santo es para que participes en las exequias de Cristo, escuchando el Evangelio de la Pasión y las Siete Palabras que son las últimas recomendaciones de Cristo, Nuestro Redentor.
Aprovecha el Viernes Santo para confesar con lágrimas tus iniquidades, lavar tu alma de la lepra del pecado con la Sangre de Cristo, participar en la Pasión de tu Salvador, para tener parte con Él en su victoria.
El Viernes Santo, sufrió Cristo para merecerte el ser librado del pecado que es el más horrible cáncer que pueda existir, y del infierno, que es la más grande de las desgracias.
Y tú ¿irías de vacaciones con tantos otros neo-paganos quizás para matarte en el camino de la ingratitud?
El Viernes Santo es para que hagas el Vía Crucis, medites lo que padeció por ti tu Señor, para darte cuenta de lo que merece el pecado. Lee los últimos capítulos de San Mateo, Marcos, Lucas y Juan, o ve la Pasión de Mel Gibson para que te des cuenta del precio que Cristo pagó para librarte del poder del pecado y del demonio y hacerte hijo de Dios.
El Viernes Santo es día de abstinencia, ayuno y penitencia; silencio y lágrimas; duelo y luto; y no día de playa, diversiones y placeres (ni lícitos, y menos aún ilícitos).
SÁBADO SANTO
Es día de Luto. Hombres y mujeres deberían vestirse con ropa de luto para acompañar a la Santísima Madre de los Dolores. El Sábado Santo debería servir para meditar con espanto lo que merece el pecado, porque si al Justo que cargó con nuestros crímenes así se lo castiga, ¿que será del culpable si muere con su pecado?
En resumen, hermano mío, escucha a Dios mismo que dice a cada uno de nosotros: “No tardes en convertirte al Señor, ni lo difieras de un día para otro; porque de repente sobreviene su ira, y en el día de venganza acabará contigo” (Eclesiástico, 5, 8.).
Aprovecha la Semana Santa para convertirte al Señor, acude a los oficio del templo, ve al confesionario, porque la sincera conversión y el verdadero arrepentimiento aseguran el Perdón de los pecados; dan Paz al alma y, al fin, la Vida Eterna.
Deseo que todos Mis seguidores lleven a cabo un tiempo de ayuno
Mensaje del Libro de la Verdad 🏹
22 de marzo de 2013
Mi muy querida bienamada hija, deseo que todos Mis seguidores lleven a cabo un tiempo de ayuno a partir del próximo lunes y terminando el Viernes Santo a las 15:30 horas
Hasta una pequeña muestra de ayuno cosechará, para todos ustedes, un entendimiento de Mi Plan de Salvación y de cómo pueden ayudarme a salvar las almas de todos los pecadores.
Es a través del ayuno que ustedes se volverán sanos de nuevo. Por la limpieza de su cuerpo, su espíritu será renovado. También deseo que reciban el Sacramento de la Confesión, o la forma de reconciliación que esté disponible para ustedes. Por favor, si no pueden recibir este Sacramento, (no son católicos) entonces acepten el Don que les he dado hace algún tiempo, de Mi Indulgencia Plenaria.
(Martes 31 de enero, 2012 a las 21:30 hrs.)
Deben decir esta oración por 7 días consecutivos y les será dado el Don de la absolución Total y el poder del Espíritu Santo:
“Oh Jesús mío, Tú eres la Luz de la Tierra. Eres la Llama que toca todas las almas. Tu Misericordia y Amor no conocen límites.
No somos dignos del Sacrificio que hiciste con Tu muerte en la Cruz, sin embargo sabemos que Tu Amor por nosotros es mayor que el amor que tenemos por Ti.
Concédenos, Oh Señor, el Don de la Humildad, para que así seamos merecedores de Tu Nuevo Reino.
Llénanos con el Espíritu Santo, para que así podamos marchar hacia adelante y guiar a Tu Ejército para proclamar la Verdad de Tu Santa Palabra y preparar a nuestros hermanos y hermanas para la Gloria de Tu Segunda Venida a la Tierra.
Te honramos. Te alabamos. Nosotros mismos nos ofrecemos, nuestras penas, nuestros sufrimientos, como una ofrenda a Ti para la salvación de las almas. Te amamos Jesús. Ten Misericordia de todos Tus hijos donde sea que se encuentren. Amén.”
Luego, en espíritu, deseo que se unan Conmigo, como si estuvieran presentes con Mis apóstoles en Mi Última Cena. Compartirán Conmigo, el pan sin levadura y comerán Conmigo en Mi mesa. Ustedes, Mis seguidores, pueden compartir Conmigo, Mi Copa de Sufrimiento, por su propia voluntad, si es que aceptan Mi ofrecimiento.
Si pueden aceptar esto, ustedes, como propiciación por los pecados de los hombres mortales, salvarán millones de almas. Concederé Misericordia para los pecadores más endurecidos, a cambio de la ofrenda de sufrimiento que ustedes hagan.
Esta es la Cruzada de Oración para ustedes, si desean compartir Mi Copa de Sufrimiento. Recítenla, tres veces, cuando puedan, pero preferiblemente en cualquier momento del tiempo de ayuno.
Cruzada de Oración (103) Oración para compartir la Copa de Sufrimiento con Cristo.
«Me postro delante de Ti, querido Jesús, y a Tus pies para que hagas lo que quieras conmigo por el bien de todos. Permíteme compartir Tu Copa de Sufrimiento.
Acepta esta ofrenda de mi parte, de modo que puedas salvar a aquellas pobres almas que están perdidas y sin esperanza. Tómame, en cuerpo, para que pueda compartir Tu dolor. Toma mi corazón en Tus Manos Sagradas y pon mi alma en unión Contigo.
A través de mi ofrenda de sufrimiento, dejo a Tu Presencia Divina que acoja mi alma, para que puedas redimir a todos los pecadores y unir a todos los hijos de Dios por siempre y para siempre. Amén”.
Este sacrificio de su parte, presentado a Mí, Jesucristo, Redentor de toda la humanidad, me permitirá derramar Mi Gran Misericordia sobre el mundo entero.
Lo que es más importante, voy a salvar incluso a los que me aborrecen. Las oraciones y sacrificios que ustedes hagan son para ellos la única gracia salvadora, porque sin esto, ellos serían destruidos por el maligno.
Si no desean soportar este sufrimiento, les concederé grandes bendiciones y les pido que continúen Conmigo en Mi travesía para despertar al mundo de su letargo y así pueda levantar el velo del engaño que lo cubre.
Su Jesús
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