‘En tu sangre’: el arzobispo Viganò emite su respuesta a la declaración del Vaticano sobre su ‘excomunión’ por el delito de ‘cisma’.
Notas del editor:
Tras el decreto vaticano de excomunión automática por el supuesto delito de cisma, el arzobispo Carlo Maria Viganò ha emitido un comunicado en forma de sermón. El comunicado está fechado el 7 de julio de 2024, pero fue publicado el 16 de julio de 2024.
Antes de continuar con su texto, observemos que las autoridades putativas que enseñan herejías no tienen poder para excomulgar a los católicos que se niegan a aceptar sus errores, ya sea que la razón sea que estas autoridades putativas sean herejes ellos mismos o ya hayan perdido su cargo o no.
Esto lo enseñó directamente el Papa San Celestino, en referencia a aquellos que fueron depuestos o excomulgados por no aceptar los errores de Nestorio. San Roberto Belarmino cita estas cartas (aunque indica que esto se debe a que perdieron el cargo ipso facto ):
“Es evidente que él [quien ha sido excomulgado por Nestorio] ha permanecido y permanece en comunión con nosotros, y que no consideramos destituido [es decir, privado de su cargo, por juicio de Nestorio] a nadie que haya sido excomulgado o privado de su cargo, ya sea episcopal o clerical, por el obispo Nestorio o por los otros que lo siguieron, después de que comenzaron a predicar herejías. Porque él, que ya se había mostrado merecedor de ser excomulgado, no podía excomulgar a nadie con su sentencia”.
Y:
“La autoridad de Nuestra Sede Apostólica ha determinado que el obispo, clérigo o simple cristiano que haya sido depuesto o excomulgado por Nestorio o sus seguidores, después de que éste haya comenzado a predicar herejías, no sea considerado depuesto o excomulgado. Porque el que haya desertado de la fe con tales predicaciones, no puede deponer ni remover a nadie.”1
Por lo tanto, incluso si se piensa que Francisco ha conservado de algún modo su cargo, los errores que ha predicado deberían indicar el valor de la excomunión declarada contra Monseñor Viganò.
La excomunión se produjo tras su citación al antiguo Santo Oficio (actualmente “Dicasterio para la Doctrina de la Fe”) el 20 de junio. Diciendo así:
“declaraciones públicas que tienen como consecuencia la negación de los elementos necesarios para mantener la comunión con la Iglesia Católica; la negación de la legitimidad del Papa Francisco, la ruptura de la comunión con Él y el rechazo del Concilio Vaticano II”.
El juicio fue un “proceso extrajudicial ”, que es lo que se sigue cuando se considera que se han reunido pruebas suficientes, de modo que un juicio judicial es innecesario.
Cualquiera que sea la opinión que cada uno tenga sobre el asunto, este sermón contiene muchos puntos edificantes sobre la cruz, el sufrimiento y la crisis actual.
Mantengamos todos a Monseñor Viganò en nuestras oraciones.
EN SANGUÍNEO TUO
Homilía en la Solemnidad externa
de la Santísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo
Redemisti nos, Domine, in sanguine tuo,
ex omni tribu, et lingua, et populo, et natione:
et fecisti nos Deo nostro regnum. ( Apocalipsis 5:9-10)
Por el arzobispo Carlo Maria Viganò
Queridos hermanos y hermanas:
Ante todo, permitidme que os comunique mi serenidad de espíritu al afrontar esta prueba. Experimenté la misma paz interior cuando, hace algunos años, redescubrí la Misa Tradicional, que desde entonces no he dejado de celebrar con exclusividad y que me ha devuelto al corazón palpitante de nuestra santa Religión, para comprender que el estar unidos a Cristo Sacerdote en la ofrenda al Padre eterno debe traducirse necesariamente en la inmolación mística de uno mismo según el modelo de Cristo Víctima, en la restauración del orden divino en el que la Caridad nos consume en el amor a Dios y al prójimo, y nos muestra cuán incomprensible –además de inaceptable– es modificar algo de este orden perfecto que la Santa Iglesia anticipa en la tierra precisamente poniendo la Cruz en el centro de todo. Stat Crux dum volvitur orbis.
Desde hace sesenta años, sin embargo, junto con el mundo, volvitur et ecclesia. También el cuerpo eclesial ha perdido su punto de estabilidad: ayer, en el loco intento de adaptarse al mundo suavizando su doctrina; hoy, en el deliberado deseo de borrar la Cruz, signo de contradicción, para agradar al Príncipe de este mundo. Y en un mundo hostil a la Cruz de Cristo, no es posible predicar a Cristo, y a Cristo crucificado, porque esto es “divisivo” para una “fraternidad humana” de la que está excluida la paternidad de Dios. No es de extrañar, por tanto, que quienes anuncian el Evangelio sin adaptaciones sean considerados enemigos. Los cristianos de todos los tiempos, y entre ellos los Pastores en primer lugar, siempre han sido combatidos y asesinados precisamente por la incompatibilidad entre la Civitas Dei y la civitas Diaboli . El Señor nos enseñó:
« Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra » (Jn 15,20).
Hace unos días, una iglesia esclava del mundo me llevó a juicio por cisma y me condenó a la excomunión por haber profesado abiertamente la Fe que el Señor, por mi Consagración Episcopal, me ordenó predicar; la misma Fe por la que fueron asesinados los Mártires, perseguidos los Confesores, encarcelados o exiliados los sacerdotes y Obispos. Pero, ¿cómo podemos siquiera pensar que sea la verdadera Iglesia la que golpea a sus hijos y a sus Ministros, y al mismo tiempo acoge a sus enemigos y hace suyos sus errores? Esta Iglesia, que se llama “conciliar y sinodal ”, es una falsificación, una contra-Iglesia, para la cual todo comienza y termina en esta vida, y que no quiere aceptar nada eterno precisamente porque la inmutabilidad de la Verdad de Dios es intrínsecamente ajena a la revolución permanente que ha acogido y promueve.
Si no fuéramos perseguidos por quienes son hostiles a la Cruz, tendríamos que cuestionar nuestra fidelidad a Cristo, quien desde ese Trono de dolor y sangre asestó un golpe mortal al Enemigo del género humano. Si nuestro Ministerio pudiera ser “tolerado” de alguna manera, significaría que es ineficaz y comprometido, aunque sólo sea por la aceptación implícita de una coexistencia imposible entre contrarios, de una hermenéutica de la continuidad en la que hay espacio para la verdad y el error, la luz y la oscuridad, Dios y Belial. Por eso considero que esta sentencia del Sanedrín Romano causa claridad: un católico no puede dejar de estar en estado de cisma con aquellos que rechazan la Profesión de Fe en la Caridad. No puede haber comunión con aquel que primero rompió el vínculo sobrenatural con Cristo y con su Cuerpo Místico. Tampoco puede haber obediencia y sumisión a una versión adulterada del Papado en la que la autoridad se ha sustraído deliberadamente de Cristo, el primer principio de esa autoridad, para transformarse en tiranía.
Así, como en la elección moralmente necesaria de volver a la Misa Apostólica redescubrí el verdadero sentido de mi sacerdocio, así también en la decisión de denunciar la apostasía de la jerarquía modernista y globalista redescubrí el sentido de mi Episcopado, de ser Sucesor de los Apóstoles, testigo de Cristo y Pastor en su Iglesia.
La timidez, el respeto humano, las valoraciones oportunistas, la sed de poder o la corrupción han llevado a muchos de mis Hermanos a hacer la elección más sencilla: dejar al Señor solo en su Pasión y mezclarse con la multitud de sus verdugos, o incluso quedarse de brazos cruzados por miedo a ir en contra de los sumos sacerdotes y escribas del pueblo. Algunos de ellos, como Pedro, repiten el “no lo conozco” para no ser llevados ante el mismo Sanedrín. Otros se quedan encerrados en su cenáculo, contentos de no ser juzgados y condenados. Pero ¿es esto lo que el Señor quiere de nosotros? ¿Es esto a lo que nos ha llamado al elegirnos como sus ministros y anunciadores de su Evangelio?
Queridos hermanos, bendecid conmigo estos tiempos de tribulación, porque sólo en la enfermedad tenemos la certeza de cumplir la Voluntad de Dios y santificarnos con Su Gracia. Como dice San Pablo:
Bástate mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad (2 Co 12:9).
Ser instrumentos dóciles en las manos del Señor es la premisa indispensable para que su obra sea verdaderamente divina.
Se nos pide sólo seguirlo: Veni, et sequere me (Mt 10,21); seguirlo dejando todo lo demás, lo que es hacer una elección radical. Se nos pide predicar su Evangelio, bautizar a todas las naciones en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, observar fielmente todos los preceptos que el Señor nos ha mandado observar (Mt 28,19-20). Se nos pide transmitir íntegro lo que hemos recibido – tradidi quod et accepi – sin añadidos, sin cambios, sin omisiones. Y predicar la Palabra oportuna, importuna , soportándolo todo: in omni patientia et doctrina (2 Tim 4,2). Se nos pide tomar nuestra cruz cada día, negarnos a nosotros mismos, estar dispuestos a subir al Calvario y ser crucificados con Cristo para resucitar con Él, para participar de su victoria y triunfo en la bienaventurada eternidad del Cielo. Se nos pide que completemos en nuestra carne lo que falta a las aflicciones de Cristo, para el bien de su Cuerpo que es la Iglesia (Col 1,24). Los pastores necesitan volver a pertenecer a Cristo, sacudiéndose el yugo opresor de una servidumbre al mundo que los hace cómplices de la ruina de la Iglesia.
Del Sacratísimo Corazón, traspasado por una lanza, brota la gracia infinita de los Sacramentos y especialmente del Sacerdocio católico, que asegura la perpetuación de la acción redentora de Cristo a lo largo de la Historia, para que el Sacrificio perfecto de la Víctima divina –que entró en el Santuario de una vez para siempre por su propia sangre (Hb 9,12)– siga ofreciéndose bajo las especies sacramentales al Padre Eterno. Del mismo modo, cuando la Iglesia aparece derrotada y dada por muerta, una lanza en su costado renueva el flujo de sangre y agua, poniendo las bases para una futura restauración y garantizando la conservación del Sacerdocio, de la Misa y de los Sacramentos: de la Tradición. Será esa sangre y ese agua los que regarán esta tierra reseca y hendida por la sequía, sedienta de Verdad y de Bien, para que brote y dé fruto el semen Christianorum .
Guardaos de los falsos profetas, que se presentan ante vosotros bajo la forma de ovejas, pero que por dentro son lobos rapaces (Mt 7,15). Con estas palabras, significativamente propuestas por la liturgia de este séptimo domingo después de Pentecostés y que leeremos en el último Evangelio, el Señor nos pone en guardia contra quienes usurpan el don de profecía para contradecir la fe que Él reveló y enseñó a los Apóstoles para que fuera transmitida fielmente a lo largo de los siglos.
El Señor no dice: Guardaos de los que siembran el error, sino de los falsos profetas . ¿Quiénes son estos falsos profetas, estos pseudocristos de los que habla la Sagrada Escritura? Porque surgirán falsos Cristos y falsos profetas y realizarán grandes prodigios y milagros, de modo que extraviarán, si es posible, incluso a los elegidos. Mirad que os lo he anunciado (Mt 24,24-25). Éstos son los asalariados, los falsos pastores, a los que podemos reconocer ex fructibus eorum , por sus frutos, por lo que hacen (Mt 7,16-20). Los frutos los conocemos y los tenemos ante nuestros ojos: la destrucción planificada de la Viña del Señor por sus propios viñadores.
Lo que se me imputa como delito para declararme cismático y condenarme a la excomunión ha quedado plasmado en un proceso que no me condena a mí, sino a mis acusadores, los enemigos de la Cruz de Cristo. Cuando termine el eclipse que oscurece a la Iglesia y Nuestro Señor vuelva a estar en el centro de la vida de sus ministros, los que hoy están marginados encontrarán justicia, y los que han abusado de su poder para dispersar el rebaño del Señor tendrán que responder ante Su tribunal y ante el de la Historia. Nosotros seguiremos haciendo lo que han hecho todos los Obispos católicos, a menudo perseguidos por ellos.
Y continuaremos en nuestra obra aunque sea obstaculizada por quienes usurpan el poder de las Santas Llaves contra la Iglesia misma. La autoridad de los Pastores –y la del Sumo Pontífice– está en manos de falsos pastores, que como tales cuentan precisamente con nuestro respeto a la Jerarquía y con nuestra obediencia habitual para hacernos aceptar la traición a Cristo y la ruina de las almas.
Pero la autoridad sólo viene de Cristo, que quiere que todos se salven y alcancen la bienaventuranza eterna por medio de la única Arca de Salvación. Si la autoridad vicaria en la tierra predica la salvación de las religiones falsas y de la inutilidad del Sacrificio de Cristo, rompe el cordón umbilical que la une a Él, deslegitimándose así. No nos separamos de la Santa Madre Iglesia, sino de los mercenarios que la infestan. No rechazamos la obediencia y la sumisión al Pontífice, sino a quienes humillan y manipulan el Papado contra la Voluntad de Cristo.
No impugnemos la Verdad revelada –quod Deus avertat! – sino más bien los errores que todos los Papas han condenado siempre y que hoy imponen quienes quieren hacer de la Santa Iglesia la sierva de sus enemigos (Lm 1,1), quienes se engañan pensando que pueden mantener vivo el cuerpo eclesial separándolo de su Cabeza que es Cristo.
No tenemos un Pontífice que pueda juzgarnos y excomulgarnos . Si hubiera un Papa, yo ni siquiera habría sido sometido a juicio, ni excomulgado o declarado cismático, porque ambos profesaríamos la misma fe y recibiríamos la comunión en el mismo altar. Si hoy Bergoglio me somete a juicio para condenarme y excomulgarme, es precisamente porque hace una profesión pública de pertenecer a otra religión y de presidir otra iglesia –su iglesia, la iglesia sinodal–, de la que yo estoy “expulsado” porque soy católico y, más aún, extraño a ella.
Orad, queridos hermanos. Orad, en primer lugar, por los fieles y los ministros que viven la contradicción de pertenecer moralmente a la verdadera Iglesia de Cristo y, al mismo tiempo, a la falsa Iglesia del usurpador Bergoglio, para que salgan de su letargo y se pongan bajo la cruz, dando testimonio de la Verdad. Orad por los obispos y sacerdotes que, humildemente y a pesar de sus debilidades, sirven al Señor. No anulemos la preciosísima Sangre que derramó por nosotros, y más aún, hagamos que podamos repetir con san Pablo: Gratia Dei in me vacua non fuit (1 Co 15,10). Esta Sangre descenderá hoy sobre nuestro altar y seguirá descendiendo allí mientras la Iglesia tenga obispos que puedan perpetuar el sacerdocio y sacerdotes que celebren el Santo Sacrificio, según el rito que nos ha transmitido la Sagrada Tradición. Por eso, actuemos con corazón sereno y con la convicción de que lo que hago es conforme a la voluntad de Dios. Y así sea.
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
7 de julio de 2024
Dominica VII post Pentecostés
1. San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice , lib. II, cap. 30, trad. James Larrabee. Citando al Papa San Celestino, epístola ad Jo. Antioch., que aparece en Conc. Ephes., tom. I, cap. 19; San Nicolás I, epístola ad Michael, y Santo Tomás de Aquino S. Theol., II-II, q. 39, a. 3.
Latín y griego de San Celestino disponibles aquí .
https://www.wmreview.org/p/vigano-excommunication-statement
Hoy Mi Iglesia en la Tierra será Crucificada. Hoy marca el comienzo de los cambios
Mensaje del Libro de la Verdad 🏹
29 de marzo de 2013
Viernes Santo
Mi amadísima hija, hoy Mi Iglesia en la Tierra será Crucificada.
Hoy marca el comienzo de los cambios, que serán rápidos y que sucederán para cambiar la cara de la Iglesia Católica en el mundo.
En su velorio vendrá la fusión de todas las doctrinas, que serán vistas en cada seña pública y demostradas deliberadamente por el bien del testimonio público.
Observad ahora, ya que todo lo que les he dicho saldrá a la luz. Desafío, a aquellos entre vosotros, a negar la terrible verdad cuando seáis forzados a tragar una mentira.
Vosotros, Mis seguidores, debéis proteger Mis Sacramentos y estad vigilantes. Vosotros, Mis sagrados siervos, seréis pronto puestos a prueba, ya que Mi Divinidad será desafiada. Las leyes de Dios serán adaptadas, y tan pronto como Mi Sagrada Eucaristía sea manipulada, la Mano de Dios descenderá con tal fuerza que sabréis, inmediatamente, que estos Mensajes vienen del Cielo.
Mi Dolor se convertirá en vuestro dolor. Vuestra pena, debido a vuestro conocimiento de la Verdad, os hará imposible el aceptar los sacrilegios, a los que se os mandará abrazar.
Incluso entonces, si no aceptáis a Mi profeta y las Palabras que le doy a ella, aún les daré tiempo. Ya que muy pronto se os pedirá renovar vuestros votos por aquellos líderes entre vosotros. Se os pedirá prometer vuestra vida a través de testimonio jurado a las leyes del paganismo. Si hacéis esto, estaréis bajo la influencia del maligno y lucharéis contra Dios.
Vosotros debéis perseverar y permanecer leales a Mí y debéis pedirme por guía en un tiempo en que el hombre que se sienta en la Silla de Pedro, que rehúsa seguir en sus pasos o usar sus zapatos, destruirá vuestra lealtad a Dios.
Conforme ahora atestiguan la Crucifixión de Mi Iglesia en la Tierra, os llamaré a proclamar la Verdad de Dios. Seguiré llamándoos a fin de protegeros. Me aseguraré que Mi Iglesia, aquellos que se adhieren a Mis Enseñanzas, a Mis Sacramentos y a la Palabra de Dios, continúe viviendo a través del remanente que nunca me abandonará.
Habrá aquellos entre vosotros que me traicionaréis hoy. Otros entre vosotros pronto denunciaréis Mis Sacramentos, ya que seréis demasiado débiles para defender la Palabra de Dios. Aquellos de vosotros que ya sospecháis la verdad y que tratáis de difundir Mi Palabra sufriréis porque no tendréis el valor de defender la Verdad. Sin embargo, todavía permaneceréis leales a Mí, ya que sabéis que no podéis vivir sin Mi Amor.
Escuchad Mi Voz. Inclinad vuestra cansada cabeza sobre Mi Hombro y permitidme que Mis Brazos os envuelvan en este momento. Siempre os protegeré.
Vuestro Jesús
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